martes, 30 de noviembre de 2010

Abre los ojos


No sería honesto si no reconociese antes vosotros que le he dado unas cuantas vueltas, que me ha costado un mundo sobreponerme a la enorme presión cultural que todos llevamos dentro, como regalo indeseable de milenios de historia maniqueísta. Llegar a este post, en el que me propongo ofreceros uno de los infinitos autorretratos de Dios, me ha supuesto, en lo personal, superar los mayores tabús y mandar al infierno del olvido la interpretación que cada cual va a hacer de él.

Como hombre, he tenido que soltar de mis manos las últimas piedras.

Como Dios, una vez más, invito al que esté libre de "pecado" (al que no recuerde que los demás son él y que nadie tiene el derecho de juzgar) a que me las tire todas encima si se cree mejor que Yo.

Dicho lo cual, declaro públicamente que no es en absoluto cierto que la mujer sea segundo plato de nadie y que proceda, como señala alguna religión, de una costilla del hombre...

Todo, absolutamente Todo, Es Dios. Y todo lo que se ve es reflejo de Él, materializaciones hechas a su imagen y semejanza.

Siendo así, Dios es femenino, masculino y la combinación de ambos al mismo tiempo. Dios, en cuanto a su género, a su sexo, es todos los posibles y, además, el viaje que lleva de unos a otros como experiencia elegida por algunas almas.

Por eso el cuento de la costilla no hay Dios que se lo crea, pese a que, sobre él, se han construido en este mundo siglos y siglos de injustificable dominio machista, relegando a la mujer a una condición presuntamente inferior, y de dominio sexista, al ser tomada la orientación heterosexual como la única válida y del agrado de Dios, regelando a otras orientaciones a la hoguera y a las catacumbas.

Ya es hora de que se haga La Luz.

La que os dejo en este post es la imagen que más se parece a los Es Dios en origen, La Fuente donde confluyen todos los géneros y todas las tendencias. Sin excepción.

Sin costilla que justique la infamia.

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lunes, 29 de noviembre de 2010

Presente de indicativo


Me asomo hoy a este ventana de lo sueños, porque, desde anoche, la Voz _y no me refiero a la de míster "my way"..._ lleva, cariñosa pero insistentemente, dale que te pego apremiándome a dejar de tener la cabeza a pájaros de una vez por todas, de estar en Babia mayormente, mirándome en los espejos inexistentes del pasado y del futuro, descentrado a más no poder, desenfocado lo único que hay: el aquí y el ahora.

Consciente de que no me va a ser posible quitármela de encima _perdón... de dentro_ así como así, de que no voy a poder escaquearme de mí mismo, opto por soltar lastre y reproducir aquí la cantinela que me hierve dentro desde hace unas horas. A ver si así, se hace el bendito silencio y podemos _la Voz y yo, digo_ tener el día en paz.

La Voz me canta las cuarenta más o menos así...

Lo que no siembras hoy no vas a poder recogerlo nunca. Si tu mente anda, perdiendo tontamente el tiempo, pendiente de lo que fue o de lo que ha de ser, no te quejes de que lo que pretendes nunca llegue a ti. Estás pretendiendo un imposible, incluso para Dios. Atrás o delante es una ilusión. El tiempo no existe más que como presente. El presente es la única oportunidad, repetida una y otra vez hasta que lo comprendas, de Ser todo lo que sueñas. Si no lo Eres hoy , aquí y ahora, jamás lo será mañana.

Tu falta de comprensión de esta verdad sencillísima es lo que te mantiene eternamente alejado _y lo que es peor, inútilmente cabreado, resentido y frustrado_ de lo que sitúas siempre fuera de tu alcance en el espacio y en el tiempo. Si lo quieres, deja de quererlo, porque quererlo lo aleja de ti. Rompe la lógica y dale la vuelta a tu forma de pensar: Si lo Eres, lo Serás. No, no es un juego de palabras... Es tu tabla de salvación: Sólo obtendrás lo que deseas para eso que llamas futuro, si hoy, aquí y ahora, empiezas a pensar, a hablar y a actuar como aquello que dices querer ser.

Ten en cuenta lo siguiente: No obtendrás nada ni llegarás a ninguna parte por el camino del hacer y del tener No se trata de que hagas esto o aquello para conseguir tener no sé que cosa que hará materializarse tus sueños. Se trata de vivirlo en presente de indicativo, no como algo que sucederá, sino como algo que sucede. Lo que piensas actúa como un imán sobre el Universo... La energía creadora de los pensamientos de presente atraen a tu vida experiencias presentes y viceversa: Las de futuro atraen futuro, es decir, nada de nada.

Hasta que no comprendas esto, tu vida seguirá vagando a la deriva, perdida en el tiempo, alejada de ti. Sentirás que algo está fallando sin saber qué. Pues bien, te voy a ahorrar seguir dando vueltas y sin darte cuenta de que tienes que pararte en el aquí y el ahora: El fallo eres tú y no ningún otro ser o circunstancia.

Te lo diré una y un millón de veces si es necesario:

Tú creas la realidad y no a la inversa.

Tú creas el espacio y el tiempo.

Si quiere recoger la cosecha, siembra. Pero no lo dejes para mañana...

Siembra hoy, siembra cada día.

No tengas miedo, porque no tiene nada que perder quien nada tiene.

No eres lo que haces o lo que tienes: Eres lo que eliges Ser.

EN EL PRESENTE. EN EL AQUÍ Y EL AHORA.

Sé hoy y todo lo demás vendrá por añadidura.

Dí quién Eres.

Piensa como quien Eres.

Habla como quien Eres.

Actúa como quién eres.


Así se las gasta la Voz. Tras escucharla una y otra vez, elegí la experiencia que quiero atraer a mi vida. La que quiero crear y experimentar.

Y la formulé _aquí y ahora_ en apenas tres palabras...

Yo Soy Amor.


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domingo, 28 de noviembre de 2010

La frontera


Traía en mente varios post, que se estaban ya escribiendo por dentro, sin contar para variar conmigo, todos ellos a su santa bola, y al final, una palabra de última hora se ha abierto paso, a codazos, entre todas las voces que resuenan en mi cabeza y se ha impuesto, por sus narices, a todas las demás. Esa palabra es la palabra "frontera".

A ella dedico este post, que es, no voy a negarlo, como dedicarlo a uno de los rasgos más marcados de mi personalidad de hombre, la de un ser que, desde bien pequeño, tiene más interés por saber qué diablos hay al otro lado del espejo que lo que se ve reflejado en él; la de un hombre que siente una curiosidad muy marcada e insaciable hacia los terrenos límite, hacia ese punto donde la oruga está dejando de serlo para comenzar a ser mariposa, dándose la paradoja de que no es ni una cosa ni otra y es ambas al mismo tiempo, hacia los lugares que no tienen nombre, porque no pertenecen a nadie ni rigen en ellos las leyes convencionales y, cuando se llega a ellos, nada de lo sabido anteriormente sirve ya, porque toda referencia ha quedado a atrás, y todo está de nuevo por saber.

Mi atracción hacia la frontera es el gusto por la paradoja, por el principio de incertidumbre, donde todo lo racional pierde su significado... El gusto por las experiencias donde, como luminosa excepción, se juntan los extremos, aparentemente irreconciliables en cualquier otro lugar, pero que en territorio fronterizo se convierten milagrosamente en uno.

En el fondo, el amor por la frontera es la consecuencia de la combinación de dos rasgos esenciales más que me definen:

1) El de un deseo atávico mío de sacar el látigo y desmontarles el negocio que las religiones y las morales al uso tienen montado en torno a lo que ellos aseguran que es el bien y el mal, el gran business del más allá, el contrabando de billetes para el paraíso, de parcelas celestiales, reservadas a quienes acatan sus mandatos y viven sus vidas como tragedias griegas, llenas de sacrificios y renuncias, a cada cual más antinatural, mientras envían al infierno de la marginación y el rechazo en este vida, y de las llamas eternas en la otra, a todos los que se apartan del redil marcado por los hijos de la Gran Betaña que se hacen pasar por los hijos predilectos de Dios... Como si Dios fuese un jodido psicópata que se complace en abrasar a parte de sus hijos a sangre fría mientras a otros los pone a tocar el arpa y a vivir a cuerpo de rey.

De ahí que yo sospeche, desde muy niño y por defecto, de todo lo que otros, apóstoles del maniqueísmo y mesías del castigo eterno, definen como lo bueno o lo correcto. A mi entender, se trata más bien de lo conveniente, de lo que les conviene a ellos. De ahí que yo vea en lo convencional, en las normas que rigen el mundo, que aborregan a las sociedades y que castran a los individuos, el gran estigma de este mundo, por la sencilla razón de que los modelos religiosos y morales habidos hasta la fecha se asientan, sí o sí, sobre el principio de confrontación, lo que conduce, inexorablemente, a que unos se postulen como jueces con derecho a mandar al resto (a los diferentes, a los que piensan o sienten distinto, a los raros, a los parias...) al puñetero paredón.

2) La búsqueda de un modelo, no moral, no religioso, y sí espiritual, que supere todo maniqueísmo anterior, el ojo por ojo y el diente por diente, para conciliar de una vez por todas los extremos, para superar todas las fronteras, para sustituir la justicia de los "buenos" y los "malos" por la misericordia y para que todos cobren conciencia de que todos somos iguales en las diferencias y que vamos en el mismo barco, un barco que se llama Dios.

La frontera para mí es eso, el final de un mundo que agoniza y el umbral de un mundo nuevo. Es la oportunidad de cuestionarlo todo y de poner fin a un forma de hacer las cosas (maniquea, belicosa, suicida) que nos está llevando al desastre. Es la apuesta por la renovación, por dejar de ser rebaño en manos de gobiernos, religiones, bancos y multinacionales y atreverse, cada uno desde el fondo de su alma, a dar el paso hacia una libertad no tutelada, hacia una libertad que cree un mundo diferente y nuevo, un mundo sin fronteras.

A mí me gusta la frontera, porque en ella dejo de ser hombre para empezar a ser Dios, de ser mi ego políticamente correcto para ser sólo yo mismo, de hacer lo correcto para hacer, de verdad, lo que me sale del nabo, de reproducir el pensamiento de otros sin cuestionarlo para comenzar a pensar por mí mismo.

La frontera se vuelve así el punto en el que dejo de parecer lo que no soy y empiezo a ser lo que a nada se parece. La frontera es el círculo perfecto, el momento sublime donde Dios se hace completo, donde lo sagrado y lo profano se funden, donde todo se destruye para renacer de nuevo.

Busco la frontera, porque en ella el principio y el final se dan la mano, porque en ella es posible la libertad con mayúsculas, al haberme liberado de la tentación de juzgar al otro, y porque en ella todo deja de estar prohibido y cualquiera cosa puede Ser.

Por eso mismo me gusta tanto la carretera. La carretera, tal y como yo la siento, conduce siempre hacia la frontera. Ésa es la causa por la cual a mi mujer a y a mí nos pone tanto el rollo de carretera y manta, los viajes en los que nos place perdernos yendo a cualquiera lugar y a ninguna parte para encontrarnos en la simple alegría de ir, de Ser el camino y de ser en el camino, ajenos a la previsibilidad de nuestros quehaceres cotidianos, de las rutinas que se hacen noria, ajenos a los personajes convencionales que hacemos pasar por nosotros mismos.

En nosotros, la frontera no separa, sino que une, al ignorar, deliberadamente, el significado de las palabras extranjero, mendigo, inválido, delincuente, puta y maricón. Cualquier palabra que suene a frontera.

Para nosotros, la frontera es territorio canalla y suena a un motor en la carretera de los sueños, huele al café de cualquier estación de servicio y sabe al semen anónimo y a la saliva compartida de un motel. Nuestra frontera es la libertad con mayúsculas, el ocaso de cualquier distancia y el amanecer de la Armonía, donde nadie sabe ya _ni maldita falta que le hace_ dónde acaba el uno y empieza el otro.

Donde Todos, al final de todos los caminos, nos hacemos y Somos Uno.

¿Alguien se apunta?...

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viernes, 26 de noviembre de 2010

La verdad está ahí dentro


Del mismo modo que, en mis momentos más oscuros, yo he encontrado consuelo y Luz en palabras que llegaron a mi vida para hacerla más bella, os dejo hoy una pequeña muestra de pensamientos, para mí ensenciales, que habitualmente me rondan por la cabeza.

No lo toméis como la verdad, sino como un regalo.

Por si a algun@ le sirve de algo...



La respuesta a cualquier problema es siempre espiritual.
Y se llama risa.

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Vale más un minuto de Luz en mil años que mil años de oscuridad.

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Si quieres experimentar Amor, regala Amor.

***

La Luz actúa por presencia,
se propaga por abrazos
y se multiplica por besos.

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El mundo es un reflejo exacto de lo que piensas sobre él.
No eres su víctima: Eres su Creador.

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Tu paz interior es la medida de tu alegría.

***

Si te das cuenta, no necesitas nada, porque lo tienes Todo.
¿A qué esperas para darlo?...

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La ecuación que resuelve con éxito el amor de pareja
no es ser la mitad del otro, sino el doble de uno.

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Tu miedo es directamente proporcional al hecho de que has olvidado
que lo que crees tan real es, en el fondo, un sueño, un espejismo que tú
has creado, una nueva oportunidad que te de das a ti mismo
de experimentarte
como el ser más bello y extraordinario que puedas imaginar.

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El pecado es eso que ha inventado el hombre
para convertir a Dios en un psicópata.

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Si sientes ira es porque tienes miedo... Y el miedo es
reflejo de un pensamiento equivocado, por el cual crees
que tu felicidad depende o está en manos de otros
(o de las circunstancias, excusa muy popular...)

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Lo que tú consideras "mucho tiempo" es apenas una gota
de espuma en el océano infinito de la Eternidad.

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Conviertes en "real", en experiencia, aquello sobre lo que piensas.
Todo pensamiento que te aparte del Amor, la Alegría y La Verdad no es real.

***

La felicidad no se busca: Se recuerda.

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Si eliges ir donde no estoy,¿por qué dices que me buscas?...

***

No hay nadie más que tú.

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No esperes: Da. Cuando des,
tampoco esperes: Vuelve a dar.

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Fuera es adentro. Nada cambia si tú no cambias.

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Si juzgas, en reo te conviertes.

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¿Si decides ir a Marte, porque lamentas no llegar a Venus?...

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El mal está en tu forma de mirar.

***


¿Y si la vida no fuese más que un juego
que sólo funciona si parece muy real?...

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Cuando te quitas toda importancia,
acabas partiéndote de la risa.

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Si concibes la vida como una lucha,
estás fomentando la guerra.

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Si no te da placer, no Es.

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El infierno es el olvido de que Eres Dios.
Existe como experiencia y como lugar: Estás en él.

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Nada es azar. Ni por azar.

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El dolor y la tristeza se eligen.

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Ante cualquier duda, la respuesta es lo que sientes.

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El otro no es tu enemigo: Eres tú.

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El principio es el final y viceversa:
Naces para llegar a Ser niño.

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Dios no interviene: Confía.

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Elegir o elegir: Ésa es la cuestión.

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jueves, 25 de noviembre de 2010

De narices


Escribo estas líneas con mi hija pequeña adosada a mí, como un chalé de mí mismo en miniatura, hechos ambos uno a través del cordón umbilical de nuestro olfato y dispuestos a contaros, a dúo, la breve historia de nuestra común nariz.

A mi hija y a mí nos une el olfato más que ninguna otra cosa en el mundo. Ambos tenemos un apéndice nasal que, por pequeño, apenas si llega a la categoría de nariz y se queda en simple esbozo, en proyecto inconcluso, en una protuberancia mínima con la que las pasó sin duda canutas y se acordó de todos nuestros muertos el artesano genético encargado de colocar los agujeros por los que respiramos... Es un decir.

Pero no por ínfima nuestra nariz tiene menor importancia en nuestra vida, sino todo lo contrario: Nosotros conocemos el mundo y nos relacionamos con él, explorándolo a golpe de apéndice nasal. ¡Tiene narices la cosa!... Tantas narices tiene que establecemos relaciones (o no) con el entorno por el olor, la principal y definitiva prueba que todo ser, animado o inanimado, debe pasar para poder tener el más superficial contacto con nosotros.

A mi hija y a mí, el mundo exterior no nos entra por los ojos, no señor, sino por la santísima nariz. Si algo huele, a criterio de nuestro olfato, de narices _es decir, bien_, nos tiene ganados para siempre. Pero si, por el contrario, el olor que nos corteja no pasa el control de calidad de tres pares de narices que hemos montado en nuestra pequeña y clónica nariz, no hay nada que hacer ... Nada en absoluto... ¡Donde no va nuestra nariz, jamás enviamos la boca!...

Para nosotros, el mundo es un gigantesco maremagnum oloroso, carta de presentación de los sabores que soñamos con la boca, una perfumería en la que mi hija y yo metemos la nariz para rescatar, de entre todos los olores posibles, aquéllos que hacemos nuestros, aquéllos que nos hacen sentir como en casa, aquéllos que podemos traer a la memoria en cualquier momento para deleitarnos con un olor que nos hizo en algún momento felices. Aquéllos, en suma, que a mi hija y a mí nos ponen a cien.

Aunque tenemos pequeña la nariz, mi hija y yo somos unos exagerados de narices. O nos damos de narices contra la realidad olorosa circundante, y se nos pone una cara de asco que espanta, o algún olor nos gana de calle por la nariz y le hincamos el diente, sin preaviso, a lo que lo emana, porque lo que huele bien mejor se come. Así están las cosas para ella y para mí. No hay término medio.

Mi hija y yo, en el fondo, somo unos sabuesos de tomo y lomo, unos primitivos y unos cavernarios, mamíferos irredentos _para qué negarlo_, a los que nos pierde la nariz y sanseacabó. Ni a ella ni a mí nos gusta meter las narices donde no nos llaman, ni en los asuntos de nadie, pero tampoco que nos toquen las narices así como así. Nos gusta, eso sí, echarle narices a la vida, jugarnos todo a la carta de un buen olor, porque el premio de lo que huele bien es una bendición para nuestra santa pituitaria.

Tiene tantas narices la cosa que, de hecho, ella es hija, sin ir más lejos, de mi nariz, porque mi nariz encontró el camino del éxtasis en el fin del mundo de los muslos de su madre, el triángulo de las Bermudas donde arrojé todos los olores que no conducían a ninguna parte, el lugar sagrado donde encontré el perfume de todos los perfumes, el mismo que tanto buscó el Jean-Baptiste Grenouille de Süskind pero sin necesidad de matar a nadie, la esencia femenina por antonomasia, la fragancia de la felicidad.

La Shangri-La de mi pequeña nariz.

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miércoles, 24 de noviembre de 2010

Desde el laberinto


Estoy aquí, en un nuevo kilómetro cero de mi vida, uno más, igual que un imberbe a punto de descubrir que tiene algo que le crece milagrosamente entre las piernas, hecho un flan de gelatina, en el umbral del que, a mis ojos, es el padre de todos mis post. La piedra filosofal que convierte el plomo en los pies de la frustración, por no obtener lo que uno quiere, en el oro liberador de quien no espera nada. Si hay unas palabras que yo necesito escribir y leer, pero sobre todo hacer mías, porque lo son, hasta la médula del alma, aquí os las dejo. Bendito aquél, aquélla o aqu@l que encuentre en ellas su verdad más íntima, la de ser Amor sin medida, y la llave, a menudo tan esquiva, de su inagotable generosidad.

Hoy estoy aquí, ante este confesionario abierto al mundo, cerrado a la absurda importancia que todos solemos dar a la opinión ajena y a la nuestra propia, porque tengo, de dos años a esta parte, un cabreo del quince, una furia de tres pares de güebos, un asco declarado a todo lo que tiene que ver con las puñeteras expectativas, esa suicida necesidad de obtener unos resultados, determinados de antemano, preconcebidos en el puente de mando de la mente, ésa listilla, cada vez que hacemos algo en relación a los demás. Me pongo malo sólo de pensarlo.

En los dos últimos años _lo confieso_ yo, que tras perderlo todo de la noche a la mañana había comprendido que podía dar más, infinitamente más, que cuando lo tenía todo, empecé a cegarme y a esperar que las atenciones que un día se me daban a manos llenas tenían que ser, porque sí, el pan mío de cada día. La cagué miserablemente en cuanto caí en la trampa de la expectativa. Transformé sin querer mi relación con los que amo en banco de trueque _yo te doy/tú me das_ y donde antes me daba con absoluto placer, por puro placer de dar, después, sin que ésa fuese nunca mi intención, me hice mercader y me perdí dentro de mí. Una vez más...

Me perdí justo en el momento en que empecé a mirar afuera, a los putos resultados, a buscar las manos de otros tendidas hacia mí, mientras las mías comenzaban a pudrirse en el bolsillo de la frustración... Y cuando no las vi, primero me enfadé y esperé; después, desesperé y sufrí como una cabrón, incapaz de entender qué estaba pasando, que había hecho yo para merecer antes tanto y a continuación, tan poco. Finalmente, me rendí, saqué de mi pecho los deseos una madrugada infame y los fusilé contra el paredón de mi ceguera, sin juicio y por las bravas, por creerlos culpables de mi gigantesco sufrimiento, proporcional a la pasión desmedida que, cuando no hago el gilipollas, cosa que ocurre a menudo, pongo en lo que amo.

No se puede ser más animal. Perdón... ¡No se puede ser más hombre!...

Y ni siquiera me sirve la excusa _y quien bien me conoce puede atestiguar que no miento_ de que si yo de algo me quejo no es tanto de que no se me dé a mí, sino de no poder dar a los demás. Me quejo de los puentes arrastrados por las riadas de las expectativas. Me quejo de todo aquello que levanta muros entre nosotros por el vicio tan extendido de meter la cabeza en las cosas del corazón, por limitar lo que carece de límites, por domesticar la pasión para convertirla en el perrito faldero de las cosas que otros nos dan. Las expectativas son una puta mierda del carajo, os lo digo yo.

Cada vez que echamos cuentas de lo que vamos a obtener cuando nos acercamos a los demás, cada vez que esperamos que suceda esto, aquello o lo de más allá, estamos contaminando la pureza del acto de dar, de amar, cuyo placer indescriptible y mayor disfrute reside en su sencilla expresión, en su generosa entrega, en su nula necesidad de conseguir un fin determinado, porque la felicidad es el camino y no las jodidas metas. Perdemos el hilo de Ariadna de nuetro corazón, el júbilo de nuestra alma fecunda hasta lo indecible, para quedar atrapados en el laberinto de la innecesaria frustración, un lugar del que luego es muy difícil salir con vida.

Con vida para dar.

Pedimos lo que no damos. Esperamos lo que sólo podemos entregar. Yo hace años que sé todo esto y he vuelto a meter la pata hasta al fondo, como un principiante de mí mismo. Yo tengo menos excusa que nadie. Yo no puedo apelar a la eximente de ignorancia. Y sin embargo, me tengo que perdonar, me tengo que volver a amar a mí mismo para poder amar con plenitud a otros... O lo que es lo mismo: para darme a ellos sin esperar nada a cambio. Ésa es mi riqueza y mi felicidad.

La ironía de todo el asunto es que cuando aparcas las expectativas y mandas a tu mente a freír gárgaras, cuando te entregas al placer de entregarte a otros sin pedirles nada y sin juzgarles si no hacen lo propio, el Universo, que es muy sabio, devuelve, justo cuando nada esperas, ciento por uno de lo que tú das. Lo sé por experiencia propia, creedme. Y porque he tenido en esta vida el enorme privilegio de compartir esa experiencia, gozosa hasta el delirio, con quien, para mí, ha sido el mejor ejemplo vivo de estas palabras que hoy os entrego.

La suya es una forma extraordinaria de amar.

Es Amor que trae alegría.

Lo demás, expectativas que traen dolor.

En cualquiera de ambos casos se trata de una elección, un acto de libertad.

Yo, pese al supino cabreo contra mí mismo, lo tengo claro y elijo de nuevo:

Yo no soy meta, sino camino.

No soy la mano que espera.

Yo soy la mano que da.

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martes, 23 de noviembre de 2010

Nada es lo que parece


Las pruebas de la Verdad no están ahí fuera,
como os han enseñado.

No viven en los laboratorios.

No están en manos de científicos,
de gobiernos o de multinacionales.

A Dios gracias, están en cada uno.


Está es la piedra angular de la nueva ciencia y de la nueva conciencia:


Si lo puedes ver, tocar, oler, saborear u oír...
no Es.


Si lo puedes pensar... empieza a Ser.

Si lo puedes decir... está a punto de Ser.

Si lo puedes vivir... está Siendo.

Si lo puedes sentir, ES.


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lunes, 22 de noviembre de 2010

Elige bien quién te guía



El realista...


Pensamiento: "Si no lo veo, no lo creo".

Palabras: "Es imposible".

Experiencia: Ninguna.

***

El pesimista...

Pensamiento: "Aunque lo vea, no me lo creeré".

Palabras: "Es improbable".

Experiencia: Ninguna.

***

El optimista...

Pensamiento: "Puede que algún día lo vea y lo crea".

Palabras: "Tal vez mañana".

Experiencia: Ninguna.

***

El esperanzado...

Pensamiento: "Algun día lo veré y lo creeré".

Palabras: "Hoy, quizás sí".

Experiencia: Ninguna.

***


El loco (Dios)...

Pensamiento: "Lo creo y, entonces, lo veo".

Palabras: "Hoy, sí".

Experiencia: Cualquiera que elijas.


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sábado, 20 de noviembre de 2010

Tic... tac... tic... tac... Autodespertando...


Si sólo sueño despierto, acabaré viviendo dormido.



Si miro hacia atrás o hacia adelante, perderé el momento.
El momento es lo único que hay.



Si olvido que yo soy el círculo, acabaré viviendo en círculos.




Es tiempo de salir del tiempo de los recuerdos...

y recordar lo esencial...


Yo soy el tiempo y tú, todos mis momentos.

jueves, 18 de noviembre de 2010

El club de los poetas nunca muertos

Después de varios años sin leer como hombre, los mismos que he pasado escribiendo como Dios, sucedió lo inimaginable... Ayer, y sin previo aviso, bajé de pronto desde el séptimo cielo al mundo de las palabras para convertirme, una vez más, como tantas y tantas otras veces en mi pasado enterrado en un sarcófago hecho de libros, en un resucitado y humilde lector.

Y sumé un nuevo nombre a la lista de los autores que, por reconocerme en ellos, por haberme emocionado, por haberme aliviado momentáneamente la carga infinita de sentirme solo, fuera de lugar, ajeno al tiempo de los hombres, más triste que Calimero y más famélico de vida que Carpanta, son merecedores de figurar en el altar de mi memoria como el santoral de aquéllos que supieron alegrar mis horas muertas.

A los Herman Hesse ("El lobo estepario", que alivió mi sensación de extraño en el mundo y que me volvió más majara de lo que ya estaba a los 16 años...); Milan Kundera ("La insoportable levedad del ser", que me enamoró para siempre de la lectura, a los 18...), Richard Bach ("Ilusiones", que me recordó, a los 20, que hay un mesías y un nuevo mundo esperando dentro de míl...), Franz Kafka ("La metamorfosis", que me impactó sobremanera, por esas mismas fechas, al describir magistralmente mi sensaciones contradictorias entre el halcón y la cucaracha...), Neal Donald Walsh ("Conversaciones con Dios", que encontré en un andén de estación, a los 38, y que no entendí hasta dos años después cuando ya me había convertido en escritor y había parido dos libros dando fe de que Bach decía la verdad y que mi Dios interior tenía algo que decir...) y, finalmente, en el umbral por arriba de los 40, Ana Ramírez ("Historia de A", el femenino con mayúsculas y la Diosa, que sabe escribir con el cuerpo y con alma, casi nada, y que ha traído la experiencia del Amor elegido e infinito a mi vida...), añado ahora el de Florián Recio con su "Teoría del fracaso", un libro que me ha llegado al alma porque describe magistralmente mis orígenes de pulpo en el garaje en el que nací, mis propias contradicciones, mi desdoblamiento habitual, mis laberintos interiores, mis círculos viciosos y mi amor inconfeso por la tragedia.

Me dejo fuera, porque sé que no me lo tendrán en cuenta, a Unamuno con su San Manuel Bueno Mártir y su Sentimiento trágico de la vida, a Baroja con su El Árbol de la ciencia, a Leopoldo Alas y La Regenta, Ana Ozores, porque no caben en un simple post tantos amigos, tantos y tan buenos confidentes, que me han dado alas y ganas de cielo cuando andaba arrastrando mi cuerpo como un fardo sin norte por el mundo...

Todos ellos tienen la virtud de haber hecho más y mejor compañía estando solo que acompañado. Tienen el valor de haberme hecho sentir bien, comprendido, no rechazado, no juzgado, amado pese a mis innumerables imperfecciones. Tienen la ventaja de que los siento cosa mía, hermanos al otro lado del espejo del mundo, en el que ninguno queremos mirarnos, compañeros vagabundos en los senderos que jamás nos llevan a ninguna parte. Y tienen, por encima de todo, la valentía de hacer apostolado de lo raro, elogio de lo diferente, encunbramiento de la libertad y de la tolerancia. A mí no me ocurre como a Florián, que quiso ser escritor por huida de un mundo que no sentía suyo, sino que escribo, sin quererlo, como camino y por agradecimiento a todos los que, como él, tiran del milagro de amar y llevan vista a los ciegos, consuelo a los que se sienten solos, alivio a los inaptados, esperanza a los parias y renegados del mundo, a los desertores de lo convencional.

Yo escribo para agradecer ese milagro. Para agradecer la vida secreta que ellos me han regalado. Para agradecer las risas y la lágrimas, mucho más que cualquier idea. Para agradecer, fundamentalmente, el pasarme el testigo para que sea yo también mensajero de la Luz que ellos me han dado y se la lleve a otros, a quienes no conozco personalmente pero que quiero con toda mi alma, sabiendo que me están esperando sin saberlo para nacer, por fin, después de haber nacido.

Yo escribo en nombre de todos los poetas nunca muertos, porque alargada y eterna es su sombra. Escribo en memoria de ellos, creadores de mundos, artesanos de los sueños. Escribo por Conan Doyle y su mundo tan perdido como yo. Escribo para dar gracias por la gracia de haberme llevado a Las Minas del Rey Salomón, a La isla del tesoro y a la Historia de O, que muy grande y variado es el reino de mi imaginación y de todo hay _como debe ser_ en la viña del Señor.

Escribo por Sandokan y por La Perla de Labuán...

Yo escribo porque, al leer a Florián, me sentí más yo que a menudo mí mismo, al verme totalmente metido en la piel de su Francisquito, que quiso ser escritor y se quedó en eso, justo en lo que decía, en quererlo; en la de su amigo Jesús, viendo señales del destino, el sentido oculto de todas las cosas, hasta debajo de las piedras, y en la de su Don Rafael, escritor renegado de su don, avergonzado de sí mismo, porque su don jamás le trajo un plato de lentejas a la mesa de sus hijos.

Yo no escribo porque quiero, sino porque las palabras me han querido. Saben que soy presa fácil, _un calienta palabras y una puta verbal, en definitiva_, y que és fácil acostarse cuando quieran conmigo. Yo no quiero nada ni pretendo ya nada. Sólo me dejo hacer, me dejo llevar por ellas, que son más sabias que yo, porque me da un enorme placer. Esa es mi elección y mi recompensa. Eso es todo.

Tú no eres escritor, Florián, porque lo quieras, porque vendas o no libros, porque publiques o dejes de publicar, porque te lean diez o cien mil. Tú no sabes nada del fracaso, porque eres escritor desde el mismo momento en que tocas el alma, en que emocionas a uno. Y eso ya lo has hecho... Aquí me tienes.

Tú, además, eres un escritor universal sin saberlo... sin creerlo... sin pretenderlo...

Porque Dios se siente menos solo cuando te lee.


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sábado, 13 de noviembre de 2010

Historia de una minifalda


Descansando sobre el respaldo de una silla, rompiendo con su minúscula presencia la sinfonía monótona de lo doméstico, yace, descansando de los muchos caminos que le quedan por delante, una minifalda de cañones recortados y largo alcance.

Su dueña, que gusta de ataviar sus sueños de tiros cortos, de no dejar ponerse el sol en sus largas piernas panorámicas, de conceder a los ojos la gracia de hacer puenting sin riesgo de bofetones sobre sus pintorescos abismos, sobre su magnífica orografía prohibida, la ha dejado ahí, como al descuido, como si tal cosa, como una señal inesperada de que, en medio de la previsible nada cotidiana, puede ocurrir lo inesperado, puede florecer la magia.

Pese a que no ha sido estrenada, es un minifalda con memoria, con recuerdos claros de haber haber dado pie a más de un traspiés en medio de la calle. Una prenda que colecciona imágenes de un tiempo detenido cuando se asoma, retrocediendo hacia atrás en sus fronteras, ensanchando los límites angostos del país de las cremalleras, a través del ojo de buey de la puerta de un coche y se planta, desafiante y poderosa, en plan canalla, en el escenario de un teatro de acera donde han tenido que colgar el cartel de "No hay localidades".

La minifalda lleva dos días en la cocina para mantenerse lejos de la tumba de los armarios, resistiéndose a la paz conventual y mortecina de los cajones, pidiendo guerra a campo abierto. Esperando ser vista y admirada. Reconocida y amada en su pequeñez. Sacada cualquier día de paseo, por el simple placer de ir... aunque sea a ninguna parte.

Parece gris, pero huele a arcoiris, pues guarda la lluvia y el sol de su dueña bajo su escasa tela. Ella nunca podrá ser naturaleza muerta. Nunca.

Esa minifalda es la minifalda de los sueños.

La promesa de vida que aguarda su oportunidad, agazapada, tras cada segundo del tiempo en el que parece, sólo lo parece, que nunca ocurre nada.

Invitación personal al baile


A ti, que vendrás a leer estas palabras en el momento exacto en que tu mente esté preparada para reconocerlas como una verdad, como un grito de socorro de tu alma, te las dejó aquí, aguardándote, como yo lo hago desde hace tanto tiempo, mientras despiertas...

Hay bailarinas que no recuerdan que lo son y se pasan la vida, de espaldas a sí mismas, siguiendo el ritmo que les marcan otros.

Hay bailarinas que van de escenario en escenario, de aplauso en aplauso, perfeccionando el arte de los pasos aprendidos, cuya experiencia nada tiene que ver con el baile que su alma sueña.

Y hay bailarinas _ porque así lo sienten, así lo piensan, así lo dicen, así lo viven_ que lo son toda su vida sin haber subido a un escenario, sin haber recibido jamás un solo aplauso.

Todas son la misma bailarina.

La única diferencia se llama conciencia y se apellida elección.

La primera no se ha parado a pensar que lo que piensa, dice y hace no tiene nada que ver con quién Es.

La segunda piensa que bailar es algo que sucede fuera y depende de lugares y circunstancias adecuadas... o que está en manos de otros.

La tercera ERES TÚ cuando dejas de pensar en lo que no eres, en el espejismo de las cosas aplazadas, y al fin comprendes que el baile, los escenarios y los aplausos están en ti... cuando, en cualquier circunstancia, contra toda lógica mental, piensas, dices y actúas como la bailarina que te hace feliz y has elegido SER.

Te espero en la pista de todos los días de mi vida.


viernes, 12 de noviembre de 2010

El efecto mariposa

Hay estos días, en mi vida, un rumor de vuelo en el aire, un aleteo, apenas perceptible pero cierto, de alas en la distancia. Se trata de un sonido híbrido, como tantas otras cosas en mi existencia de hombre, formado, a partes iguales, por los ecos de un ciclón que se ha llevado por delante el castillo de naipes de mi reciente etapa laboral y por el presentimiento de algo definitivamente nuevo, primeros pasos de un rumbo por fin diferente, tímido esbozo de Mí Mismo, resucitado al tercer día de entre mis y egos muertos.

Hay estos días, en mi vida, la certeza de la magia, la vivencia del milagro, la conciencia de que Soy Dios aún cuando fracaso como hombre.

Cuando miro hacia atrás, contemplo el aleteo de una pequeña mariposa, hecha de sonidos y vuelo de palabras, una simple frase lanzanda al viento cuando, hace apenas un soplo de tiempo, la mujer que Amo me preguntaba cómo me sentía tras reincoporme al tajo después de las vacaciones. No tuve que pensar. No lo dude un segundo. La sensación germinó en mi laringe a velocidad de relámpago, como una brisa fresca y sin necesidad de pasar por la aduana rigurosa de la mente: "Yo ya no estoy aquí", le dije de cuerpo presente y sin despeinarme una antena, convencido hasta la médula de que le estaba diciendo la verdad y de que ella, que me tenía delante, estaba hablando sin saberlo con un recuerdo.

Obviamente, se hizo en mí mi voluntad en un abrir y cerrar de alas y mi universo laboral se vino abajo bajo la tormenta otoñal de aquellas cinco palabras... Un aleteo ínfimo en medio de la por aquel entonces mar en calma de mi personaje de oficina, medio comercial, mesías de medio pelo, que por sí solo fue capaz de conjurar la fuerza de los vientos, de enfurecer a Neptuno y de desatar la violencia de las olas que causaron el último, y muy estrepitoso, de mis innumerables naufragios.

Y si miro un poco más atrás en el espejismo que llamamos tiempo, recuerdo mis dedos volando sobre el teclado del ordenador de los sueños, donde recogí y di forma a una visión profética de mi amada, un pensamiento puro suyo, genuino y creador por lo que tenía de aunsencia de perjuicios, de fe ciega en lo que se ve antes de que suceda. En aquella visión de sus ojos más bellos la persona que nos dio a ambos trabajo en su proyecto empresarial era merecedora, por haber puesto toda el alma en el asador de su empeño de llevar salud a los demás (a eso se dedica), de recibir un galardón de lentejuelas: la oportunidad de recordar y de vivir en función de su ángel interior, verdadero premio oculto bajo la tapadera de un reconocimiento mundano con el que ella nunca se atrevió a soñar.

Mi mujer en lo humano, mi alma afín en lo divino, sí se atrevió, claro que sí, y también me atreví yo, que jugaba con divina ventaja y sabía que si miraba a nuestra candidata con ojos de Dios, a la hora de dibujar el perfil de sus andanzas dentro de la candidatura que la representó ante un jurado de hombres, no es que fuese a ganar ese premio, sino que lo había ganado ya en cuanto se oyó en el aire el aleteo de la primera tecla, la primera gota de lluvia de un huracán tropical que, meses después, hace ahora unos pocos días, justo cuando echaron este mensajero, ésa es la ironía, ha recibido el mensaje de mi pequeño milagro de palabras que se resume en la mariposa que conforman cuatro palabras del titulo de la candidatura: "La alquimia de amar".

Y por último, ayer mismo, al día siguiente de haber sobrevivido, a duras penas debo admitirlo, al ciclón de proporciones mayúsculas que la noche de mi mente provocaron sin querer cinco palabras en la boca de quien amo, justo cuando anbaba mentalmente haciendo las maletas para dejar de molestar a todo Dios e irme, con viento fresco, a darle a las alas de mi habitual chaladura a otra parte, sucedió de nuevo. La contemplé lamentando, como una muy hermosa versión femenina de Sansón, travestida en el ocaso de la mujer que ha sido, la pérdida de su extraordinaria melena, su cabeza y un trozo de corazón, bajo la guadaña inmisericorde del estrés que le provoca su habitual empeño, el de crear jardines de rosas en pedregales ajenos.

Escuchando su queja como hombre, la miré también a ella como Dios... y a Mí mismo me pongo por testigo de que no me vino a la boca mundana el nombre de ningún crecepelo milagroso. Me vino el vuelo de otra mariposa, un milagro auténtico que me regaló el escritor Richar Bach hace la mitra de años, cuando yo tenía apenas muñones de plumas y no alas. Y, como no eran mías, se las entregué a ella por Amor. En esta ocasión han sido más de cinco palabras, concretamente diecisiete, con lo que imagino que el huracán va a ser de los de Dios es Cristo:

Lo que la oruga interpreta
como el fin del mundo
es lo que su dueño denomina
MARIPOSA.