miércoles, 23 de febrero de 2011

Breve historia de la vida


Hace unos 4.000 millones de años, siglo arriba, siglo abajo, el planeta era el puto infierno, una bola de fuego sin una triste atmósfera que llevarse al manto, llena de volcanes que vomitaban sin parar y bajo un cielo que escupía meteoritos y rayos cósmicos más que mortales sobre su viscosa y abrasadora superficie. 

En los pocos lugares donde la corteza había llegado a solidificarse, había como charcas llenas de un líquido más tóxico que la boca de Kiko Hernández, un puro veneno. En ellas, flotando a la deriva,  existían un cemento y unos ladrillos prebiológicos, algo de arena y ningún albañil por ninguna parte, pero sí  una capataza, la Señora Naturaleza, para la que trabajaban la reacciones químicas, las cuales no tenían ni idea ni sabían lo que hacían aunque a fuerza de darle vueltas y vueltas, a lo tonto y sin propósito alguno, al caldo que había en las charcas de la corteza terrestre, consiguieron que los ladrillos y el cemento,  que nadie había  puesto allí, empezaran _sin necesidad de contratar a ningún arquitecto y para ahorrarse costes_  a juntarse caóticamente hasta formar una primera casa, pequeña pero que disponía de membrana y todo, y con capacidad para clonarse a sí misma. Y ya tenemos a la primera célula,  más chula que ninguna, salvando el abismo entre lo inerte y la vida.

A partir de ahí, todo fue coser y cantar...  porque entró en escena, llegada de no se sabe dónde, la señora Adaptación. Gracias a ella, las células solteras y aburridas dejaron de quedarse para vestir santos y empezaron a casarse y a tener hijos hasta que uno de ellos se adaptó al mar y se hizo pez, uno de cuyo descendientes se adaptó a mear fuera del tiesto  y se hizo anfibio, el típico gallego que ni es de tierra ni del mar; uno de cuyos descendientes se cansó del agua y se hizo reptil, que fue el puto amo del planeta hasta que uno de sus descendientes, que estaba hasta los huevos de poner huevos, se adapó a su vez y se hizo mamífero. Así, sin más ni más y porque sí.

El resto es historia científica y ya lo sabéis: La Tierra fue poblada por el mamífero, uno de cuyos descendientes se adaptó mejor que ningún otro y se puso a hacer el mono; uno de cuyos descendientes, que era más listo que ninguno, se adaptó y empezó a pensar por sí mismo hasta hacerse un hombre primitivo.

Finalmente, el hombre primitivo dejó de pensar por sí mismo para dejar que otros pensaran por él...

¡Y aquí estamos vosotros y yo, hechos unos hombres y mujeres modernos, 
unos adaptados del carajo y  los prodigios de la señora evolución! 

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