jueves, 27 de octubre de 2011

Totó García o la pasión de vivir

Estudia para no tener que follar tanto. Folla, como parte de su trabajo de actor, para no tener algún día que trabajar. Y aún saca tiempo _nadie sabe de dónde_ para dirigir, postproducir, maquetar y diseñar contenido audiovisual adulto, tanto para sus dos webs (PlaceresVirtuales y PorNOaburrirse), la primera de las cuales recibe entre 45.000 y 50.000 visitas diarias, como para alguna empresa de despedida de solteros, todo ello sin descuidar en lo posible a la familia, los amigos, la novia cuando la tiene _la mayor parte del tiempo_ y a sí mismo.

En apenas un mes empieza un proyecto de repercusión histórica, el rodaje de O divino ferrete, primera película porno que será rodada en el idioma de Rosalía, manda carallo…, y que ha logrado romper tabús y perjuicios al hacerse con el apoyo y colaboración de nombres de la cultura convencional gallega, como el grupo de música Heredeiros da Crus, el diseñador Gonzalo Vázquez, Xavier Cid, Yolanda Zúñiga…

Totó García, nacido en Ferrol hace 28 años, poseedor de un Premio Ninfa (los Goya del porno español) y dos nominaciones más, es niño grande y adulto prematuro, pues como hombre conserva todavía la frescura y una cierta inocencia _la pasión de vivir_ propias de la infancia, una infancia en la que, sin embargo, mostraba una sorprendente visión madura de la existencia cuando, por ejemplo, hacía comentarios de tipo técnico (“Yo, para esta película, habría elegido a esta otra actriz” o “Mejor un plano picado para esta escena”) cuando, en lugar de dejarse llevar y correrse sencillamente de gusto, visionaba,rodeado de amigos en la fechoría, una peli porno de estraperlo, sisada con premeditación y alevosía del fondo de armario del padre despistado de turno…

Su idilio con el porno es, pues, amor a primera vista y vocacional… No escarceo de una noche cualquiera, un polvo triste de los de pirarte nada más descargar, sino romance vitalicio, pues este actor gallego hace lo que ama y ama lo que hace, no como excusa para echar más polvos que nadie, sino para revestir de dignidad a un tipo de cine, que muchos ven por detrás, porque no está bien visto, y critican por delante, que es lo que queda bien… 

Pero a él sólo le interesa lo que queda bien en cámara y no lo que piensen de él. Que el polvo sea más que polvo y se vuelva magia cinematográfica, que el gemido jamás recuerde a un robot, que el rostro de placer no parezca una caricatura que denigre la belleza natural del sexo. Y si puede ser, que el cine logre el milagro de tocar y remover conciencias, de quitarle a los coños y a las pollas las telarañas de los perjuicios morales, la herrumbre y maldición de las costumbres presuntamente correctas. ¡Eso ya sería la polla!...

Por eso, consciente de que muchos hombres sueñan con ser como él, les anima a “que se lo piensen si es vocacional, pero que no lo hagan sólo por follar, porque los rodajes son muy duros” más allá de las erecciones. La vida del actor porno tiene _incluso fuera de los platós_ sus inconvenientes, tantos como para no desvelar su identidad a la chica con la que se va a la cama cualquier noche de juerga, ahora que no tiene pareja, ya que “las que me reconocen convierten el encuentro sexual en un casting, en el que se esfuerzan por demostrarme sus habilidades, con lo que se pierde la naturalidad”.

Y por eso sus fantasías no cumplidas _pues también él las tiene_ son la realidad del hombre normal, justo el que paradójicamente sueñan con ser como él, un “tipo de relaciones estables”, nada dado al picoteo: “Me pone el polvo más lento, suave, más sentido y menos mete-saca y cañero que el del porno” . Y mejor fantasía aún, la de situar ese polvo _esencialmente romántico_ en alguna playa paradisíaca, que sería, para Totó, el no va más. 

Sólo empujado por mí a desvelar su lado más canalla, confiesa sin problema el deseo íntimo de “ser sultán de un harem, con quince tías dedicadas en cuerpo y alma a mí”. Es su gran fantasía junto a la de no tener algún día que trabajar. 

Por el sencillo gusto de no tener que hacer nada. Nada más que lo que le plazca... 

Sencillamente vivir.

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(Artículo publicado en www.laguiacanalla.com)


miércoles, 26 de octubre de 2011

El elixir de la eterna juventud

Anette es la prueba viviente de que el alma no pertenece al tiempo. Es la alquimista que ha descubierto el elixir de la eterna juventud: la pasión por vivir. 

"Mantengo siempre una actitud abierta hacia los demás, yo me como y me bebo el mundo y todo lo vivo dando de mí lo máximo, porque así disfruto”, señala sin un atisbo de suficiencia o engreimiento en su voz de vino noble, con cuerpo, aromatizado por matices de distintos lugares del orbe, pues es la mezcla, la simbiosis armónica, su principal seña de identidad que la ha hecho no perder, pero sí trascender, su condición de argentina para hacer de ella una ciudadana de cualquier tierra.

Y digo Annette, porque es, antes que Ama, antes que Dómina, antes que nada, persona que no puede anular ninguno de sus personajes. Y trata, como es lo suyo, a todos los demás por igual, como personas, que merecen todo el respeto ya sean sumisos, esclavos, presidentes del gobierno o el mendigo de cualquier esquina. En su universo personal no hay clases sociales, todos caben, nadie sobra. Si acaso aquellos “que no vibran en la misma onda”, ésos que se creen siempre con derecho a opinar, a criticar, con fundamento o sin él, a juzgar gratuitamente y a lapidar.

Contra ellos, Ama Annette utiliza los principios sabios y espirituales de la India, del karma yoga, que por supuesto practica, lo que supone no hacerles puñetero caso, ignorancia total, de manera que quienes contra ella tiran piedras “se acaban aburriendo y se desactivan solos”. El “no te preocupes por nada” es su antídoto contra las dificultades y su pasión desatada por la libertad, palabra que adorna su bandera, la ha llevado a no ser de aquí ni de allá, y al mismo tiempo de todas partes. Quizás porque, desde niña, la profesión de su padre la trajo a Europa _Reino Unido, Francia, Alemania, Suiza…_ y desató en ella el deseo eterno de “viajar, trabajar y estudiar”. 

Psicopedagoga, profesora de idiomas, versada en música antigua, vocalista de la ‘misa criolla’, ejecutiva de varias multinacionales… Vocación de educadora, al fin, tanta que una pareja suya le descubrió que tenía aptitudes innatas para el BDSM en calidad de ama y, autodidacta como es ella, montó una mazmorra para sesiones profesionales de la noche a la mañana. Todo bien pactado, derrochando pasión y con el mayor respeto, con la máxima confianza, con total discreción, con interés genuino por guiar a los demás hacia caminos de realización personales que ni ellos mismos habían soñado.

Así es Annette. Grande que no pisotea lo pequeño. Profesora de mil cosas y alumna siempre de la vida. Pasional en todo lo que hace, incluido el sexo que, en su intimidad, se despoja del látex del BDSM y se hace vainilla, pero vainilla casi amarga, porque el sexo, con un “novioamigo” con el que se ve con regularidad, es “hard”, cómo no, nada de chorraditas y excesivas suavidades, cañero y de “sálvese quien pueda”.

Actualmente, se ha lanzado de lleno en un proyecto que la ilusiona y en el cual ha volcado también su potente energía, el de crear un Calendario de Amas de Barcelona para 2012, en colaboración con el fotógrafo Ivo-Bcn. Si queréis saber más de ella, buscadla en su mazmorra, detrás de la estación barcelonesa de Sants, justo al final de este enlace

Y si acaso reunís el valor necesario, buscad detrás de su látigo, al final del Ama, más allá de la profesora, a la alquimista Annette… y preguntadle por el elixir de la eterna juventud.

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Artículo publicado en www.laguiacanalla.com

martes, 25 de octubre de 2011

No sin mi apretón de pezones

Al otro lado del teléfono _donde renace del silencio, a mis oídos, por primera vez_, se empeña en convencerme, en vano, de que es una mujer de otoño, pero su voz de niña la desmiente, la hace fresca y la hace risa, la convierte en inocencia, la que nunca pudo arrancarle ningún pecado de los que se inventa el mundo para tratar de torcer lo bueno, de manchar lo blanco.

Será porque el mundo con ella jamás pudo. Ni siquiera cuando con apenas 15 años entró en una relación de correccional de menores, de cárcel cuando visitó el altar del matrimonio. Dos hijos, lo mejor del aquel encierro, y un montón de años de renuncia voluntaria a ser ella misma. “A toda una generación de mujeres nos educaron para un mundo que ya no existe”, señala, sin nostalgia, sin atisbo de rencor, desde el mirador de sus recuerdos, una educación que llevo a legiones de mujeres “al círculo cerrado del matrimonio, en el que, como ocurrió a mí, no tienes ocasión de conocer nada fuera de sus estrechos límites”. 

Su condena duró, exactamente, el tiempo que le llevo comprender que su carcelera era ella misma y que encerrar sus fantasías de infancia bajo el cinturón de castidad del matrimonio sólo conducía a una imagen en el espejo de lo “correcto”, pero a ninguna parte de sí misma. Fue hace una década, donde cobró conciencia de que, en el fondo, siempre había sido libre, libre de elegir su papel y el juego, esclava de nadie y reina de sus placeres ocultos, y, un año después de separarse, por diferencias irreconciliables como tantas otras parejas, decidió, en brazos de un amante nada convencional como ella, dar calabazas señora Corrección y soltar viejas amarras de la mano de una tal Libertad, su nuevo nombre y su compañera de aventuras desde entonces, la amiga íntima que, cuando la memoria le falla, le susurra al oído que haga lo que le salga del santísimo coño en lugar de lo que coño se espera de ella.

“Aquella relación formó parte de un camino, intensa y estupenda pero con un punto de fin, me dejó en un mundo convencional en el cual no encontraba compañeros de juegos que no se asustaran ante una mujer llena de propuestas que en general les hacían sentir incómodos, porque a los hombres los han educado así… El hombre debe proponer a la mujer porque ha de saber más que ella, y cuando encuentra una que funciona al revés, se descolocan y no saben dónde ponerse. No se permiten aprender, porque no entra dentro de los cánones y, por mucho que la gente hable de liberalidad, la estructura del pensamiento de la mayoría es aún demasiado rígida... Una mujer demasiado determinada sexualmente es sospechosa y nada de fiar, la desean en sus sueños, pero cuando la tienen, la consideran la chica divertida con la cual no tendrían nunca nada serio… Esa antigua historia de Fortunata y Jacinta sigue sorprendentemente vigente, la puta divertida en la calle y la santa y aburrida en casa, a quien no tienen ningún problema en traicionar… Unas manos blancas que eduquen a sus hijos generación tras generación en la moral aceptada que los contradice a ellos mismos y les conduce a la doble moral. Y dejo claro que en ese momento no se me ocurría pedir a alguien con quien no tenía suficiente complicidad ningún tipo de juego extremo ni de dominación’’.

“Yo tengo recuerdos de mi más tierna infancia”, añade en busca del origen perdido de su personalidad, “y me veo masturbándome desde muy niña, como aquella vez que vi, en el untador que traía de promoción el Tulipán para las meriendas, otras posibilidades más allá de su uso convencional”… Tanto fue así que su madre la sorprendió en la bañera explorando los goces infinitos de su sexo, buscando a Dios entre sus muslos, y se escandalizó, como no está en los escritos, de ver que sus maniobras “untadoras” le habían causado una herida vulvar, un pecado supermortal refrendado por el estigma de su propia sangre.

Así es ella. Curiosa, fantasiosa, ácrata, paradójica y dómina que renació de las cenizas de la masoquista que lleva dentro, largo tiempo después de su separación matrimonial, sin prisas y con pleno conocimiento de lo que hacía, dio sus primeros pasos en el BDSM de la mano de un amo que le regaló la sabiduría de que el dolor intenso puede ser camino del mayor placer, pero cuya voluntad no supo, ni quiso seguir de forma permanente. 

Quizás porque su naturaleza es dual. Goza del dolor, mas no de la experiencia de obedecer. De esta contradicción aparente, surgió Dómina Libertad, una de las grandes referencias del BDSM en Madrid. Un ama no convencional, no de escuela sino hecha intuitivamente a sí misma. Una Señora que no cree en las etiquetas, que a nadie definen, ni en la norma por la norma, porque ella es “lúdica y gansa”… Ni cree que nadie tenga la última palabra, el catecismo, sobre cómo debe ser el placer que emana del SM. Una mujer que sueña, al fin, con crear, a la vuelta del verano un gran local alternativo en Madrid, abierto, como PLANETA CANALLA, a todos los géneros y a todas la tendencias… 

Lo conseguirá siempre que logre el milagro de hacer comprender a la comunidad alternativa que los proyectos cuestan, en lo personal y en lo económico, pues no surgen de la nada. Siempre que logre vencer la “tacañería” y el absurda pretensión de gratuidad de todo lo que tenga que ver con placeres no convencionales. Siempre que logre espantar el fantasma del “ánimo de lucro”, el injustificable sanbenito que cuelga de cualquier proyecto que venga a dar espacios de juegos a los diferentes.

Y lo logrará, seguro, porque ella es Libertad, la niña del untador que se salvó del olvido y se ha convertido en “una adolescente madura” , en una mujer que ha sabido reconciliar a su Fortunata y a su Jacinta. La mujer indefinible, auténtica, que tanto da un azote como no puede sustraerse “a un fuerte apretón de pezones” como Dios manda.

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Por Angelcaído
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jueves, 20 de octubre de 2011

La noche de los fantasmas vivientes

Ignora el significado de la palabra pose, es incapaz de mantener cualquier apariencia, en absoluto dado a nadar y guardar la ropa… y no muestra el menor entusiasmo cuando se trata de crear un personaje literario o cinematográfico de relumbrón,  Ponceman  o  Josemariator, que deslumbre al gran público y lo aparte de la verdad desnuda de sí mismo. José María Ponce, que no Pose, es, sencillamente, José María _o Ponce, a secas_ por no andarse con tonterías. Lo de periodista, escritor, emblemático director de cine, intelectual o artista polifacético es sólo la inevitable consecuencia de quien se sabe creador consciente de su vida con la varita mágica de la verdad, la pasión y la belleza. Todo lo demás es artificio, charca para Narcisos y etiquetas que nada cuentan acerca de quien, a cara descubierta y sin máscara de cuero ni  látex, tiene los huevos y la valentía de miraros a los ojos a través del cristal de esta GUÍA CANALLA para postularse como fetichista confeso, sobre todo de pies, y como esclavo, porque él lo vale, de su querida Ama Akhesa, siendo la palabra ama su forma personal de conjugar el verbo amar.

Las primeras pinceladas de su autorretrato como fetichista y bedesemero, su historia del otro lado del convencional espejo de quien reconoce que “siempre he sido muy fetichista”, hay que ir a buscarla, según él mismo cuenta, a un verano cualquiera de principios de los años 70, en pleno tardofranquismo, cuando un amigo de su novia de entonces le pasó, en plan estraperlo y ojito con los picoletos, “las obras del Marqués de Sade en su edición mejicana, absolutamente prohibidas en España”, destapiando así, una luminosa noche y sin querer, la mazmorra interior de “los fantasmas eróticos que me fascinan”, nada que ver con el “mete y saca” convencional. 


Fueron aquéllas unas vacaciones de días en los labios, mayores y menores, de su novia y “de noches sin dormir devorando 
Justine,Juliette o Los 100 días de Sodoma y de Gomorra”, libros cuyas portentosas palabras obraron el milagro de resucitar a sus viejos fantasmas sexuales de la tumba para devolverlos a la vida alternativa. Fueron los primeros de tantos y tantos libros, odiados por la censura dictatorial, que, pasando por debajo del mostrador, irían llegando a sus ávidas manos en la cueva de rojos que era en aquel entonces la Librería La Tarántula.

La culpa restante de sus filias sadomasofetichistas la encontramos en su condición de “chaval hippie”, fruto de una educación laica y no castrante, que, con apenas 15 años, ya se perdía a su bola por Ibiza con la correspondiente autorización firmada por mis padres, ya que por aquel entonces no se era mayor de edad hasta los 21”. Ningún trauma, pues, que llevarse al diván de cualquier Freud, ninguna herida de infancia que curar, pues el Ponce devoto de los pies de su Señora y el alquimista que logra que un látigo escupa goce en lugar de dolor son, nada más, una elección lúcida y consciente de su libertad.


“Me propuse averiguarlo todo del fetichismo y el SM y, sobre todo, llevarlo a la práctica, porque aquellos libros no eran para leerlos con una mano mientras te hacías una paja con la otra, sino elementos activos que introducir en mi vida”. No es extraño que, libre de cualquier culpa educacional, del estigma social del pecado, se propusiese “siempre dar la cara” y hablase con naturalidad de sus gustos a sus parejas… y “nunca encontré ninguna que saliera corriendo”… 


Ni Ponce ni sus fantasmas se han sentido jamás culpables. Ni el uno ni los otros, siendo todos él mismo, han dejado de gritar su verdad a los cuatro vientos y a pecho descubierto. Ni siquiera cuando, durante un tiempo en que, metido de lleno en su faceta de archiconocido director de cine porno recibió “reiteradas amenazas de muerte por parte de un grupo ultraderechista” cuyos miembros estaban hechos unos demonios deseosos de ofrecerle, como tributo al Papa, una sotana hecha con su piel de demonio del carajo y de pecador hipermortal.


Y todo, al fin, por defender que al sexo de “aquí te pillo, aquí te mato” le falta “
CREATIVIDAD, teatralidad, puesta en escena, el gusto por lo protocolario, el juego y los roles”, y una descentralización y ampliación de zonas erógenas, tradicionalmente reducidas en exceso a lo genital y al polvo nuestro de cada sábado, donde la única variación es la de quién arriba y quién abajo.

Ponce tira de su fantasma más artista y más lúdico para proponer una sexualidad “mucho más amplia”, que implique a todo el cuerpo y la mente entera, al alma misma. Una sexualidad “inteligente, creativa, imaginativa y muy potente”. Una sexualidad, al fin, que incluye pero va infinitamente más allá del simple polvo… Una sexualidad, donde “el fetichismo y el 
BDSM ofrecen posibilidades muy por encima del sexo vainilla”.

Con semejantes ideas camina por Madrid, colgado del pie de su 
Ama Akhesa, con la que, a través de mil propuestas que hallaréis en los enlaces adjuntos a este artículo, dinamiza la vida alternativa de Madrid sin casarse ni con tirios ni con troyanos, pues no comulgan con dogmas y abanderan que cada cual haga de su fusta y su culo el sayo que más cachondo le ponga. 

Lo único que, según ellos, unifica la diversidad del mundo BDSM, y la de la humanidad en general, es eso mismo que sale de su boca cuando le preguntan qué significa para él Akhesa:

AMOR
.

Por la libertad y la tolerancia, claro está.

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(Artículo, publicado en LA GUÍA CANALLA, sobre una figura impresindible para entender el sexo abierto a la creatividad y al arte en España. Va por vos, maestro). 
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miércoles, 12 de octubre de 2011

Dómina Zara y el dulce sabor de la canela


Ni un atisbo de dureza en su voz. Ni  el más leve rastro de una orden. Ningún chasquido de fusta en la distancia. Fui a entrevistar a la reina, para LA GUÍA CANALLA, en busca de la diva, pero me encontré con  la inesperada, sin pedestal ni altar, sin afán de protagonismo. Me encontré con la huida de cualquier charca y la renegada de Narciso, con la mujer a secas.

Y donde soñé con Dómina Zara se me apareció la realidad de  Antonia, una mujer que huye de las etiquetas como lo haría del mismísimo demonio, no porque rece todas las noches a Dios, que lo hace, sino porque rechaza cualquier palabra capaz de albergar un perjuicio, cualquier sustantivo que suponga una condena. Y ella, a la que muchos tienen por la Reina del Sado, por la emperatriz del cuero, por la referencia del Marqués de Sade en España, no acepta más patria que el mundo de la buena educación, ni más bandera que la que puede formarse con la palabra respeto, la única que vive con carácter de permanencia en su boca.
Por eso Antonia no se siente a gusto con el término "vainilla", acuñado desde la comunidad BDSM para referirse a las personas de gustos sexuales convencionales, y dice que ella también es "vainilla", porque no se lo juega todo a la carta de un látigo, al as en la manga de un fetichismo de pies,  cosa que le encanta, sino que se confiesa amante de la diversidad y de darse un festín con la vida, no bajo la tiranía del sabor único, esa pobreza, y sí disfrutando de la diversidad de especias, desde la picantez de la vainilla al dulce sabor de la canela, sin olvidar las sensaciones fuertes que proporciona la pimienta.

No cabe Antonia en ninguna definición mundana. Ni cabe Dómina Zara en ningún atuendo de cuero. A ambas se les queda pequeño el planeta de la envidia, la intolerancia y la mala educación. Y, ajenas a las críticas y a la incomprensión, esos molestos compañeros de viaje, se abandonan al universo de la libertad y del respeto, como el único hábitat donde pueden vivir las personas bellas, al margen de sus filias y sus fobias, de sus grandes miserias y de sus pequeñas grandezas. 

Es tan libertaria que Antonia no se casa con nadie, porque "ya estoy casada", con la libertad como norma de vida, y, sobre todo, con su pareja como forma de amar intensa, cómplice y alternativa, donde, en el escenario del FETISH CAFÉ, club privado y escuela de SM, que ambos regentan en Barcelona desde hace décadas, ella se hace reina a ratos, sin creérselo nunca del todo, y él se hace arena generosa entre su manos. Porque así lo eligieron. Porque así les place. Porque así dejan atrás el disfraz de lo presuntamente correcto, el carnaval de cada día, y se hacen, sencillamente, ellos mismos. Vestidos de cuero y desnudos de artificio. 
Pero no todo su tiempo sabe a canela, 24 horas al día, los siete días de la semana, porque "ambos somos de carácter muy fuerte y nos destruiría". Por eso y porque Antonia tiene claro que la vida es onírica y ella únicamente una hacedora de los sueños, una maestra que enseña a quienes les interesa el gran misterio y la general incomprensión del sadomasoquismo: que el camino del dolor se hace alquimia y puede convertirse en el del placer y que la sumisión es jamás renuncia y siempre una elección, un ejercicio de libertad más. Justo el que le niegan en la Wikipedia, donde todo intento de sus admiradores por colgar información sobre ella se estrella contra la censura, o el que le ha negado Facebook, que "sin haber hecho nada", eliminó su perfil de la noche a la mañana, sin mayores explicaciones, porque sí y por las bravas, quizás temiendo algún contagio masivo de las fiebres del azote por parte de sus más de 5.000 seguidores...

En ella, la maestría es un camino que comenzó _para unos por azar, para Antonia por destino_, cuando tenía 22 años, recién separada, con tres hijos al cargo y el despido de un trabajo convencional que la dejó a merced de los tiburones. A Antonia Domina Zara se la sacó de dentro los latigazos de la vida... Acuciada por la necesidad, aceptó la propuesta de convertirse en Señora de un selecto grupo de personajes, que buscaron en sus pies los placeres de sumisión que les eran negados en cualquier parte. Y lo que fue de inicio profesión pronto se convirtió para Antonia en devoción, al encontrar en sus sumisos accidentales  "a personas muy normales, educadas y muy sensibles" y en ella misma, a su alter ego, Dómina Zara.

Después vendría su fulgurante triunfo, premio Ninfa incluido, en el Festival Erótico de Barcelona y la creación de su particular universo del Fetish Café. De todas esas vivencias da cuenta en su libro "Soy un sueño", que acaba de salir a la luz, editado por Plaza & Janés, y en el que, huyendo con éxito de cualquier morbo, habla sin tapujos de su vinculación al SM, de su historia personal, de su pueblo aragonés, de su gente, de sus raíces. 

En él jamás hallaréis a la dómina o la reina. Sólo el sueño de libertad, respeto y tolerancia que late bajo su piel de cuero.

El de una “mujer muy normal”... de la cabeza a los pies.

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Primera entrevista y primer artículo, publicado en www.laguiacanalla.com Lo traigo a mi blog personal como homenaje y tributo a la sobrecogedora belleza interior de Antonia... Que lo disfrutéis.

lunes, 10 de octubre de 2011

Mirando la eternidad

 
Me acerco a este artículo con el convencimiento de que incluso como mirón _o voyeur, o brechero o como lo queráis llamar_ soy un tipo raro de carallo. Lo digo porque me gusta mirar como el que más, ponerme tibias las pupilas de contemplar aquello que no está bien visto contemplar salvo con orden judicial de por medio, autorización papal y permiso ante notario de la mujer cuyo final de su escote y principio de su nalgas _por poner sólo dos ejemplos clásicos_ me deleito yo en mirar. Pero no me gusta hacerlo a hurtadillas, enterándome del asunto sólo yo mismo _qué sosez_, empalmado de sentirme más solo que la una robando imágenes a quien no sabe que le estoy haciendo un book que te cagas con la Pentax que Dios puso en mis ojos. A mí me gusta hacerlo dando la cara y a globo ocular abierto, como un atraco a ojo armado pero sin pasamontañas ni un maldito antifaz, dejando claro a la “víctima” que los de mis miradas no es cosa amoral o delictiva, sino puro regalo para la vista, simple placer de mirar.

E insisto, una vez más, en lo de raro, porque a mí me pone mirar a quien es consciente de que la miro, sin disimulo ni hurtadillas, sin complejos de mirón, por lo que directamente salgo fuera de los límites de la definición de voyeur y caigo en el limbo de lo inclasificable, pues lo mío con las miradas no va de prismáticos ni de camuflarme como un Rambo, entre los visillos de una ventana discreta, para pillar a la vecina haciendo pis y ponerme las botas dándole al manubrio si al azar pone al alcance de mi vista una nano-imagen de su tanga, un par de segundos de éxtasis visual, ese penoso visto y no visto, justo el tiempo que tarda la susodicha en subírselo a las caderas tras evacuar…

Yo más que mirón ocasional soy voyeur profesional y artista de la mirada, viejo verde confeso antes que voyeur sumergido e invisible. Y por eso yo, para que lo de mirar me dé un gusto que para qué os voy a contar, no necesito a una gachí inconsciente y ajena a mis deseos oculares, que eso, para mí, es como hacértelo con una muerta, y sí a una exhibicionista en potencia y con todas las letras, tan verde como yo desde su gusto, complementario con el mío, por calentar y calentarse por dejarse devorar, con premeditación y alevosía, para que nos vamos a engañar…

Mi condición de mirón fuera del diccionario exige luz y taquígrafos, y hace necesaria la presencia de una cómplice en mi juego de miradas, donde ella posa con sibilino descaro, con deleite capaz de conmover y licuar su entrepierna, de poner en pie de guerra a sus pezones, y se alza, como una diosa, sobre el taburete de los sueños para coger un libro inexistentes en la última estantería, o se agacha a coger del suelo cualquier pretexto, olvidándose de que existen las cuclillas y mostrando su culo, huérfano de bragas, al tendido del siete.

A mí me place mirar a quien se complace en mi mirada. Ésa es la gracia. Lo demás es ver la vida pasar. Mis ojos no son clandestinos ni saben de hacerse los despistados. Miran y a mucha honra. No buscan la fugacidad. Quieren detenerse y solazarse en un buen culo, unas piernas estupendas, un coño desabrigado o unas tetas reales, fuera de los engaños de la publicidad.

Mis ojos son hedonistas y pasan de que lo bien visto es no mirar. Mis ojos hacen lo que les sale de las santísimas pupilas…

Miran lo que les gusta, porque la belleza que encuentran, al final de su mirada, les recuerda a la eternidad.

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Artículo publicado en http://www.laguiacanalla.com/contenidos/36/Abrete-mas/Mirando-la-eternidad con mi alias "Angelcaído"...

sábado, 8 de octubre de 2011

El último tanga en París


Podría ponerme profundo y daros un buen rato la lata, teorizando acerca del nebuloso origen de esa prenda mágica llamada tanga… Largaros el rollo de que varias son las leyendas que pretenden explicar su providencial aparición, desde que una garota de Ipanema, allá por lo 70, lo inventó sin querer al cortarse el bikini tradicional para dejar sus nalgas al aire y llevarse de calle todos los ojos de la playa _cosa que, como es obvio, consiguió_, o aventurar la posibilidad de que sus raíces se hallan en la región africana de Tanga-nica, cuyas mujeres usan tradicionalmente una prenda similar, o, simplemente, quedarme más largo que ancho al enunciar que el tanga existe desde que el hombre es hombre, sólo que entonces se llamaba taparrabos o tapanabos, que tanto da.

Es más… Podría incluso dármelas de tipo culto, de esos muy informados que ven, leen y escuchan las noticias, y argumentar que el tanga lo inventó Monica Lewinsky en 1995 con el sibilino y lujurioso propósito de medio enseñarlo al presunto descuido y poner en solfa el saxofón de todo un presidente de los EEUU _Bill Clinton sin ir más lejos_ en la intimidad del Salón Oval de la Casa Blanca, mientras ella cerraba el concierto oral metiéndose un puro en la zambomba de su vagina y un buen fajo de dólares, que no le cabían en ninguno de sus tangas, por contar las peripecias del mayúsculo escándalo sexual que allí, donde presumen de libertad, se montó.

Todo eso y más podría deciros, pero debo ser justo con la verdad y confesar que el tanga lo inventé yo… Eso sí, tomándome mi tiempo y en dos fases. Primero, en el mundo de las ideas puras, hecho yo un Demiurgo del copón, que se corría espiritualmente de gusto con sólo pensar en ver algún día aquella divina prenda materializada sobre un cuerpo mortal. Segundo, allá por el año 1989, tiempo en que todavía se llevaban en España las bragas-mantas, también conocidas como bragas-mantel… Un buen día, mis calenturas juveniles me situaron ante el micro-escaparate de una minúscula tienda de lencería, perdida en una callejuela de una remota ciudad norteña… Allí, dificilísimos de atisbar por el ojo humano debido a su pequeñez, yacían expuestos dos ejemplares de tanga, que duraron en el escaparate el tiempo exacto que tardé en comprarlos yo para ponérselos a mis sueños: vistos y no vistos.

Estoy por asegurar que aquellos primeros tangas, adelantados más de una década a su tiempo, nos los vi más que yo, su creador más allá del tiempo, el único para que el que preexistían, sublimes y perfectos, en el mundo de las ideas, el único con capacidad de reconocerlos al instante como la miniprenda con mayor poder erótico de la historia, como el fetiche por antonomasia y la joya de la corona de mis sueños húmedos, como el principio del fin de la tiranía ocultadora de las bragas.

Nunca se ha visto que algo tan pequeño pueda conmover tanto. Nunca tal poder de fascinación en semejante minusculez. Su grandeza va más allá de tapar lo mínimo, de enseñar lo máximo, porque siendo menos, el tanga es siempre más: Enmarca y embellece al extremo un buen culo adentrándose lascivamente en su profundidad y obliga a su dueña (o dueño) a no dejar nunca su tierra más íntima en barbecho. Pelillos a la mar.

Siendo tan pequeño, que a veces se hace string, no se le puede pedir más. Nada enseña más con menos. Pero el tanga no es nadie sin quien lo lleva. El tanga se hace real no entre las nalgas de los sueños, sino cuando adquiere olor y sabor. Entonces deja de ser prenda y se hace manjar. Se hace uno con las ofrendas que apenas cubre.

Por eso no os sorprenderá que cierre esta entrada con una confesión… Que en ocasiones, huelo tangas. Que me dejo de ser hombre civilizado y me hago animal en el planeta de los tangas.


Y que muero, cada día, por vivir el último tanga en París.

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(Artículo mío, publicado en www.laguiacanalla.com)

viernes, 7 de octubre de 2011

Todo, menos el sombrero

Soy de esa generación que perdió la virginidad en los 80 y se hizo adulta en “9 semanas y media”, título de la famosa película de Adrian Lyne que encumbró a Kim Basinger y a Mickey Rourke (parece mentira) como mitos eróticos de aquella década y que a los universitarios que acudimos a verla en masa a los cines nos dejó con la miel de que había un sexo más allá del mete-saca en los labios y nos abrió los ojos con respecto a la sexualidad a golpe de mantequilla, fustas para cabalgar con brío y streeptease caseros de alto voltaje que, maldita sea nuestra suerte, jamás vimos luego en la realidad.

La película, que ahora cumple 25 años, armó un considerable revuelo entre las bragas blindadas de las señoras decentes de la época, fundamentalmente en EEUU y Reino Unido, que, de las bridas del infausto Reagan, el vaquero que fue presidente, y la Tatcher que tomaba litros de tachuelas y por eso era de hierro, tutelaban la moral del mundo de entonces para que no se convirtiese en una Sodoma y Gomorra de tres pares de narices.

Pero en aquella España nuestra, la de los felices y libertarios 80, sedienta de libertad, hambrienta de vida, a “9 semanas y media” la acogimos con las zanahorias tiesas y las piernas abiertas, las unas por darle candela a una Basinger inexistente, las otras por dejarse cabalgar por un Rourke que ninguno de nosotros éramos. Nos encandiló aquella película, que sugería y esbozaba una forma de vivir el erotismo en plan canalla desde diferentes ópticas que ahora forman parte, en mayor o menor medida, del imaginario de todo buen alternativo que se precie …), pero que, en aquel momento, sonaba literalmente a ciencia ficción.

“9 semanas y media” nos hizo adultos de golpe. Nos dejó “tocados” para siempre, prisioneros de escenas tórridas que han pasado a formar parte del santuario de nuestras fantasías y perversiones más inconfesables. Nos fastidió, en definitiva, la vida, porque nos apartó de la paja y el misionero para siempre, dejándonos en tierra de nadie, sin jodienda y nada contentos, suspirando por tomar el desayuno en un ombligo, porque la gachí de turno se quitase todo, absolutamente todo, menos el sombrero.
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(Entrada de mi blog, "Desde mi mazmorra: Memorias de un ángel caído", en www.planetacanalla.com)
 

jueves, 6 de octubre de 2011

Risa en la tormenta


Tengo la sensación de llegar siempre tarde al lugar de mis sueños. Mal que me pese, viejo. Indeciblemente cansado.

Un día, poco después de la batalla de Waterloo, soñé con escribir un libro que ofreciese, a los demás y a mí mismo, las claves de la existencia, la llave de la jodidamente esquiva felicidad, y tardé 38 años en conseguirlo. El escribirlo, digo, no en iluminar el camino de la vida, mucho menos en darles luz a los demás. Y a mí mismo… Bueno, a mí mismo… ¡qué mas da!...

Otro soñé con ser padre de familia numerosa, marcado por una infancia unigénita y aburridamente sola, abducido por Alberto Closas que crió a chiquicientos sin despeinarse, y tardé más de 40 en lograrlo. Y otro día más, soñé con poder amar, libremente, sin necesidad, por placer y lúcida elección, sin esperar contrapartida alguna, y el asunto me llevó la friolera de 38 años en comprender que es pobreza que los demás te amen siendo tú una nevera y una bendición poder hacerlo tú aunque a los otros les dé igual.

Y ahora, que a veces me siento rico en espíritu, sueño, desde hace años, con alcanzar la riqueza material. Pero no ésa de limusina con chófer y casa en La Moraleja, de visa platino para comprar amigos, de irme de putas para hacerme el macho y joder a otras mientras mantengo bien jodida y sin jodienda a mi mujer, sino de aquella otra que sirve para no andar histérico cada vez que llegan los crabrones de los recibos y  alquilar un trozo de paraíso en la tierra, un océano de tranquilidad.

Lo conseguiré, bien lo sé. Ya llevo años en ello. Me avalan innumerables fracasos.

Ya sólo me falta hacer un pacto con el demonio del tiempo, arrancarme la sensación de tardanza en mi mente, y encontrar un atajo hacia el cumplimiento raudo de los sueños. Y sentir que soy un ser bello pese a todo, aire donde los demás ven un lastre, el tío Gilito donde yo tiendo a ver a Carpanta.

Me falta, nada más, mandar mi cabeza a la mierda y encontrar un soplo de magia.Tan certero, tan poderoso que me haga digno ante mí mismo.

Que me haga rico en un segundo.

Que me haga ser luz que me haga reír en mitad de la mayor tristeza.

Que jamás se apaga en medio de ninguna tormenta.

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