Ignora el significado de la palabra pose, es incapaz de mantener cualquier apariencia, en absoluto dado a nadar y guardar la ropa… y no muestra el menor entusiasmo cuando se trata de crear un personaje literario o cinematográfico de relumbrón, Ponceman o Josemariator, que deslumbre al gran público y lo aparte de la verdad desnuda de sí mismo. José María Ponce, que no Pose, es, sencillamente, José María _o Ponce, a secas_ por no andarse con tonterías. Lo de periodista, escritor, emblemático director de cine, intelectual o artista polifacético es sólo la inevitable consecuencia de quien se sabe creador consciente de su vida con la varita mágica de la verdad, la pasión y la belleza. Todo lo demás es artificio, charca para Narcisos y etiquetas que nada cuentan acerca de quien, a cara descubierta y sin máscara de cuero ni látex, tiene los huevos y la valentía de miraros a los ojos a través del cristal de esta GUÍA CANALLA para postularse como fetichista confeso, sobre todo de pies, y como esclavo, porque él lo vale, de su querida Ama Akhesa, siendo la palabra ama su forma personal de conjugar el verbo amar.
Las primeras pinceladas de su autorretrato como fetichista y bedesemero, su historia del otro lado del convencional espejo de quien reconoce que “siempre he sido muy fetichista”, hay que ir a buscarla, según él mismo cuenta, a un verano cualquiera de principios de los años 70, en pleno tardofranquismo, cuando un amigo de su novia de entonces le pasó, en plan estraperlo y ojito con los picoletos, “las obras del Marqués de Sade en su edición mejicana, absolutamente prohibidas en España”, destapiando así, una luminosa noche y sin querer, la mazmorra interior de “los fantasmas eróticos que me fascinan”, nada que ver con el “mete y saca” convencional.
Fueron aquéllas unas vacaciones de días en los labios, mayores y menores, de su novia y “de noches sin dormir devorando Justine,Juliette o Los 100 días de Sodoma y de Gomorra”, libros cuyas portentosas palabras obraron el milagro de resucitar a sus viejos fantasmas sexuales de la tumba para devolverlos a la vida alternativa. Fueron los primeros de tantos y tantos libros, odiados por la censura dictatorial, que, pasando por debajo del mostrador, irían llegando a sus ávidas manos en la cueva de rojos que era en aquel entonces la Librería La Tarántula.
La culpa restante de sus filias sadomasofetichistas la encontramos en su condición de “chaval hippie”, fruto de una educación laica y no castrante, que, con apenas 15 años, ya se perdía a su bola por Ibiza con la correspondiente autorización firmada por mis padres, ya que por aquel entonces no se era mayor de edad hasta los 21”. Ningún trauma, pues, que llevarse al diván de cualquier Freud, ninguna herida de infancia que curar, pues el Ponce devoto de los pies de su Señora y el alquimista que logra que un látigo escupa goce en lugar de dolor son, nada más, una elección lúcida y consciente de su libertad.
“Me propuse averiguarlo todo del fetichismo y el SM y, sobre todo, llevarlo a la práctica, porque aquellos libros no eran para leerlos con una mano mientras te hacías una paja con la otra, sino elementos activos que introducir en mi vida”. No es extraño que, libre de cualquier culpa educacional, del estigma social del pecado, se propusiese “siempre dar la cara” y hablase con naturalidad de sus gustos a sus parejas… y “nunca encontré ninguna que saliera corriendo”…
Ni Ponce ni sus fantasmas se han sentido jamás culpables. Ni el uno ni los otros, siendo todos él mismo, han dejado de gritar su verdad a los cuatro vientos y a pecho descubierto. Ni siquiera cuando, durante un tiempo en que, metido de lleno en su faceta de archiconocido director de cine porno recibió “reiteradas amenazas de muerte por parte de un grupo ultraderechista” cuyos miembros estaban hechos unos demonios deseosos de ofrecerle, como tributo al Papa, una sotana hecha con su piel de demonio del carajo y de pecador hipermortal.
Y todo, al fin, por defender que al sexo de “aquí te pillo, aquí te mato” le falta “ CREATIVIDAD, teatralidad, puesta en escena, el gusto por lo protocolario, el juego y los roles”, y una descentralización y ampliación de zonas erógenas, tradicionalmente reducidas en exceso a lo genital y al polvo nuestro de cada sábado, donde la única variación es la de quién arriba y quién abajo.
Ponce tira de su fantasma más artista y más lúdico para proponer una sexualidad “mucho más amplia”, que implique a todo el cuerpo y la mente entera, al alma misma. Una sexualidad “inteligente, creativa, imaginativa y muy potente”. Una sexualidad, al fin, que incluye pero va infinitamente más allá del simple polvo… Una sexualidad, donde “el fetichismo y el BDSM ofrecen posibilidades muy por encima del sexo vainilla”.
Con semejantes ideas camina por Madrid, colgado del pie de su Ama Akhesa, con la que, a través de mil propuestas que hallaréis en los enlaces adjuntos a este artículo, dinamiza la vida alternativa de Madrid sin casarse ni con tirios ni con troyanos, pues no comulgan con dogmas y abanderan que cada cual haga de su fusta y su culo el sayo que más cachondo le ponga.
Las primeras pinceladas de su autorretrato como fetichista y bedesemero, su historia del otro lado del convencional espejo de quien reconoce que “siempre he sido muy fetichista”, hay que ir a buscarla, según él mismo cuenta, a un verano cualquiera de principios de los años 70, en pleno tardofranquismo, cuando un amigo de su novia de entonces le pasó, en plan estraperlo y ojito con los picoletos, “las obras del Marqués de Sade en su edición mejicana, absolutamente prohibidas en España”, destapiando así, una luminosa noche y sin querer, la mazmorra interior de “los fantasmas eróticos que me fascinan”, nada que ver con el “mete y saca” convencional.
Fueron aquéllas unas vacaciones de días en los labios, mayores y menores, de su novia y “de noches sin dormir devorando Justine,Juliette o Los 100 días de Sodoma y de Gomorra”, libros cuyas portentosas palabras obraron el milagro de resucitar a sus viejos fantasmas sexuales de la tumba para devolverlos a la vida alternativa. Fueron los primeros de tantos y tantos libros, odiados por la censura dictatorial, que, pasando por debajo del mostrador, irían llegando a sus ávidas manos en la cueva de rojos que era en aquel entonces la Librería La Tarántula.
La culpa restante de sus filias sadomasofetichistas la encontramos en su condición de “chaval hippie”, fruto de una educación laica y no castrante, que, con apenas 15 años, ya se perdía a su bola por Ibiza con la correspondiente autorización firmada por mis padres, ya que por aquel entonces no se era mayor de edad hasta los 21”. Ningún trauma, pues, que llevarse al diván de cualquier Freud, ninguna herida de infancia que curar, pues el Ponce devoto de los pies de su Señora y el alquimista que logra que un látigo escupa goce en lugar de dolor son, nada más, una elección lúcida y consciente de su libertad.
“Me propuse averiguarlo todo del fetichismo y el SM y, sobre todo, llevarlo a la práctica, porque aquellos libros no eran para leerlos con una mano mientras te hacías una paja con la otra, sino elementos activos que introducir en mi vida”. No es extraño que, libre de cualquier culpa educacional, del estigma social del pecado, se propusiese “siempre dar la cara” y hablase con naturalidad de sus gustos a sus parejas… y “nunca encontré ninguna que saliera corriendo”…
Ni Ponce ni sus fantasmas se han sentido jamás culpables. Ni el uno ni los otros, siendo todos él mismo, han dejado de gritar su verdad a los cuatro vientos y a pecho descubierto. Ni siquiera cuando, durante un tiempo en que, metido de lleno en su faceta de archiconocido director de cine porno recibió “reiteradas amenazas de muerte por parte de un grupo ultraderechista” cuyos miembros estaban hechos unos demonios deseosos de ofrecerle, como tributo al Papa, una sotana hecha con su piel de demonio del carajo y de pecador hipermortal.
Y todo, al fin, por defender que al sexo de “aquí te pillo, aquí te mato” le falta “ CREATIVIDAD, teatralidad, puesta en escena, el gusto por lo protocolario, el juego y los roles”, y una descentralización y ampliación de zonas erógenas, tradicionalmente reducidas en exceso a lo genital y al polvo nuestro de cada sábado, donde la única variación es la de quién arriba y quién abajo.
Ponce tira de su fantasma más artista y más lúdico para proponer una sexualidad “mucho más amplia”, que implique a todo el cuerpo y la mente entera, al alma misma. Una sexualidad “inteligente, creativa, imaginativa y muy potente”. Una sexualidad, al fin, que incluye pero va infinitamente más allá del simple polvo… Una sexualidad, donde “el fetichismo y el BDSM ofrecen posibilidades muy por encima del sexo vainilla”.
Con semejantes ideas camina por Madrid, colgado del pie de su Ama Akhesa, con la que, a través de mil propuestas que hallaréis en los enlaces adjuntos a este artículo, dinamiza la vida alternativa de Madrid sin casarse ni con tirios ni con troyanos, pues no comulgan con dogmas y abanderan que cada cual haga de su fusta y su culo el sayo que más cachondo le ponga.
Lo único que, según ellos, unifica la diversidad del mundo BDSM, y la de la humanidad en general, es eso mismo que sale de su boca cuando le preguntan qué significa para él Akhesa:
AMOR .
Por la libertad y la tolerancia, claro está.
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(Artículo, publicado en LA GUÍA CANALLA, sobre una figura impresindible para entender el sexo abierto a la creatividad y al arte en España. Va por vos, maestro).
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