sábado, 19 de marzo de 2011

La zorra en el gallinero




Estoy del libro de las caretas hasta los santísimos. El día en que, por razones profesionales, di de alta un perfil en el puñetero feisbú escribí, sin ser consciente entonces, un capítulo más de mis innumerables y  rancios desencuentros con el mundo. Y van catorce trillones sólo en esta vida. Ese día fue como meter la zorra en el gallinero. El dedo en la llaga de mi creciente incompetencia socializadora, no por falta de aptitudes personales para ello, sino por pereza en quedar de guay y chupagaitas, por mis nulas ganas de jugar  y contribuir al carnaval de lo socialmente correcto. Ésa plaga.

Así me luce el pelo de zorra fuera de sitio y metida en gallinero ajeno, el de la gente de bien, ya que mi lista de agregados al perfil es, como poco, folklórica a más no poder. Y, puestos a jugar a las apariencias, práctica de la gallinita ciega que tan contento pone al mundo, cualquiera diría que este padre de cinco hijos es un hijo de la gran zorra amoral, de la puta que parió las malditas ciudades bíblicas de Sodoma y de Gomorra.

En el mundo socialmente correcto del feisbú, un tipo como yo debe parecer un ser de otro planeta, oscuro y canallón, una zorra del planeta pecado, metida de estrangis  en el mundo de los ángeles custodios de la buena moral, ya que, de facto, el ojo del dios americano, dueño del club privado al que pertenecen 600 millones de personas de buen ver, todos ellos amigos los unos de los otros hasta las trancas,  yupi, yupi, me acaba de sacudir un hostiazo virtual  con su libro de censura, dejándome el careto a cuadros e incomunicado para tender puentes, ya no con la gente normal, que es lo suyo, sino con los raritos  de cualquier índole como yo, es decir, con una lista de personajes del lado tenebroso de la Fuerza, a cada cual más gay y lesbiano, más trav o más trans, más libertino y degenerado, más amo de sus esclavos,  más sumisos y más  sumisas _vaya usted a saber_  que los habitantes del universo de placer que existe bajo los pies.

Y lo ha hecho, según él _el amo del cotarro de la amistad mundial, digo_, porque el feisbú es sólo para poner en contacto a amigos con amigos, gente toda ella con pedigree y no para gentuza como yo que, en lugar de amigos como Dios manda, se relaciona con la flora que es mala hierba  y la fauna a extinguir que pueblan mi lista infernal de agregados, afines en carne de censura y compañeros en la común rareza.

Sin embargo, no me quejo, porque yo he tenido más suerte que otros, borrados literalmente, delante de mis narices, de la superficie del feisbú, por el simple hecho de ser diferentes, de buscar su felicidad por caminos en las antípodas del bien y del mal. O menos suerte, según se mire. Porque, de seguir metido en el libro de las caretas y puestos a juzgar por las zorras de las apariencias, cualquier día la vecina, sin tener ni zorra idea, pedirá, por ser yo la encarnación de Sade, o del mismísimo demonio,  o vaya usted a saber, mi expulsión a perpetuidad de la correcta comunidad en la que oculto mis pecados, y los amigos que ya no me quedan torcerán la cara al verme y me negaran el normal saludo por ser yo, a sus ojos, un maricón de tres pares de cojones, un travelo de pelo pecho y gaita gallega, un amo cornudo del  Averno o un esclavo de abyectas y escandalosas pasiones.

Lo mismo mi mujer _Dios no lo quiera_ me dirá cualquier día que estoy hecho un zorrón de mucho cuidado, un frívolo y un casquivano  del copón, y que yo, que soy cigüeño confeso, ando por esos mundos del feisbú,  como zorra caliente en gallinero ajeno, persiguiendo, en plan sátiro, culos más allá de ella, valiente gilipollez, o desesperado por meterla en cualquier agujero, sea femenino o no, que se me ponga por delante y a tiro del cerdo mayúsculo que soy.

Lo dicho, que de ese gallinero, mejor que echen ya a una zorra como yo. Total nadie se ha molestado en leer la frase que puse para definirme... "No siendo nadie, soy cada uno de vosotros"...

Si lo hubiesen hecho, habrían entendido que el mundo maravilloso de las caretas, qué guay, qué guay,  se me hace gallinero pequeño y que aspiro, en legítimo ejercicio de mi libertad, a ser todos los mundos.

Así me va.

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