jueves, 17 de marzo de 2011

Armagedon


Lo que acaba de suceder en Japón no tiene nada que ver con la desgracia o el infortunio, aunque elijamos vivirlo de esa manera, ni encuentra forzosamente su causa en la inevitabilidad de las catástrofes naturales. El terremoto y posterior tsunami, que acaban de asolar el país del sol naciente, son una creación inconsciente de todos nosotros. Son la materialización y la consecuencia de proyecciones mentales asociadas al miedo. Son fruto del inconsciente colectivo que en este tiempo aparece inexorable y culturalmente asociado a la palabra apocalipsis, tal y como ha empezado a aparecer en los titulares de los medios de comunicación.

Seguimos dormidos con respecto al poder creador de los pensamientos y las palabras. Creemos que las pesadillas, los malos sueños que genera el miedo, suceden por azar o necesidad, y no guardan relación directa con nosotros. Nos sentimos víctimas y, sin embargo, somos los  creadores _a sabiendas o no_ de cada una de nuestra experiencias, tanto de las individuales y, como en el caso que nos ocupa de Japón, de las colectivas.

Habría que preguntarle a cada japonés, conscientes como son de que viven en el ojo del huracán de una zona peligrosamente sísmica, cuantas veces ha pensado en su vida en la posibilidad de que su país sea  destruido por un holocausto natural, asociado a terremotos...

Un tsunami es la suma de miles, de millones de pensamiento individuales relacionados con el miedo atávico a las catástrofes naturales, en las que la Naturaleza se revela con un poder devastador sobre nuestras insignificantes existencias mortales. Es la película apocalíptica que elegimos cada vez que proyectamos mentalmente nuestro miedo a morir en el escenario del  fin del mundo, que todas las culturas coinciden en situar en este tiempo. No es real, pero lo experimentamos con la misma intensidad que si lo fuera. Igual que cuando, delante del cine, nos decidimos por ver una película de terror. Somos conscientes (en este caso, sí) de que lo que sucede en la pantalla no es verdad, pero el miedo experimentado, _pues se trada de una experiencia libremente buscada_, sí lo es y mucho, ¿verdad?...

Dicho de otro modo... ¿Quién no ha reído, quien no ha sufrido como un perro, quien no se ha cagado por la pata de miedo en medio de una pesadilla?... Desde la inconsciencia, los sueños parecen terriblemente reales, ¿a que sí?... Desde la conciencia, desde el despertar, no. La tragedia tiene todo que ver con el estado de sueño o de vigilia, con nuestra capacidad para reconocer los sueños.

Por eso os invito a despertar. Por eso os digo que cada gota de agua de la ola devastadora de un tsunami es reflejo de un pensamiento que recoge nuestro temor a morir ahogados por la desgracia.  La ola completa es la suma de todos esos pensamientos. Obviamente, el escenario natural en el que experimentamos nuestras vidas incluye, desde su diseño inicial, la posibilidad de cualquier desastre imaginable, porque son factores de cambio necesarios para dotar de una trama evolutiva a nuestra película, para que podamos experimentar la ilusión del movimiento y el cambio, que es lo único que permanece en el tiempo.

Eso no impide, sino que hace posible, que nuestros pensamientos (el deseo de experimentar la tragedia como si fuera real) tenga el poder de convocar y materializar terremotos, asteroides que colisionan con la Tierra y las siete plagas de Egipto si decidimos pensar en ellas. Lo sucedido en Japón es un fotograma de la película del apocalipsis que entre todos elegimos en este tiempo. Pero apocalipsis, como ya os dije en el inicio de este blog, no significa destrucción ni el final de los días, el gran Armagedon, sino revelación, el afloramiento de la verdad oculta.

Recordad que un tsunami vale su peso en miedo. Es la materialización desastrosa de una enorme cantidad de energía mental y verbal, de pensamientos y palabras que lo evocan y lo atraen, que tienden a hacerlo  parecer real. El tsunami es la resultante de lo que otros, antes que yo, han llamado la ley de atracción. Es la cosecha, en forma de experiencia, de nuestra siembra mental. No es necesariamente el inicio del fin, salvo que lo elijamos, sino  la promesa de un despertar, el principio, si lo deseáis, de una nueva forma de pensar consciente.

Y el final de lo tsunamis. Aleluya.

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