miércoles, 26 de enero de 2011

Isis



...el amor no es sino decisión de amar, tomada una y otra vez, con  total conciencia, con absoluta libertad. No cabe en el amor ningún tipo de expectativa, porque eso es pretender ponerle riendas a lo que, por definición, no las admite. Cuando se espera algo de alguien y no se obtiene, la resulta es la frustración, el resentimiento y, a la postre, la distancia que se hace cada día más insalvable. Mejor, palabra de Lucas, amar sin esperar. Amar no es lo que se obtiene, es el disfrute y la alegría que produce dar. Nada más.

El que no comprenda eso, inconscientemente colocará cadenas sobre aquél o aquélla que dice amar. Le cargará con el fardo de sus expectativas al respecto de lo que piensa, erradamente, que debe ser el amor: un intercambio racionalmente equilibrado de no sé que cosas, la estabilidad y la garantía, la seguridad, cuando ninguna de estas cosas existe realmente, ya que todo, absolutamente todo, es movimiento, constante cambio, puro tránsito. Eso es la vida. Y el amor debe viajar por la vida sin necesidad de agarrarse a nada o a nadie, sin certeza y sin esperar otra cosa que gozar lo indecible con el simple hecho de amar.

Ellos lo saben desde hace tiempo, pero no es lo mismo saber que experimentar, que vivir. Ése debe ser su empeño: demostrarse el uno al otro, al margen de garantías que no necesitan, que se puede amar sin ningún tipo de limitación, ni de obligación, ni de carga, ni de expectativa, ni chorradas por el estilo.

Ése es el tipo de Amor que yo les deseo, a ellos y a todos, aunque no lo espere, porque yo, como Dios, no espero nada, no juzgo nada, no necesito nada. Tan solo pretendo que se haga la voluntad de todos ustedes y no la mía, porque su voluntad _y aquí volvemos al lugar de los extremos que se tocan, de las paradojas, que tanto placen a Dios_   es, decidan lo que decidan, la mía. Su libertad es mi disfrute. No me place verles sufrir, mas yo sé que el dolor es simple espejismo, la forma que ustedes eligen para alejarse de lo que Son y seguidamente experimentar el júbilo de encontrase de nuevo a sí mismos, resucitados de la amnesia, llenos de amor, vacíos de miedo, cuando se dan cuenta que realmente estaban haciendo el tonto. 

La vida, al fin, es un juego, en el que todo les está permitido.

Celébrenla.

Gócenla.

Súfranla, si quieren.

Cámbienla, si no les gusta.

Ustedes eligen.

Siempre eligen.

Cada uno de ustedes es único e irrepetible.

Cada vida lo es.

Cada segundo de todas ellas lo es.

 Dios se complace enormemente en esa diversidad. Disfruta como un niño, consciente de que en nada hay maldad, porque en Él no cabe, sencillamente, semejante posibilidad.

 Ahora bien, ustedes pueden, en lo personal o en lo colectivo, crear desde el miedo y el no recuerdo de lo que Son, una realidad aparentemente espantosa, injusta, insolidaria, cruel, maniquea, a los ojos de las mentes racionales que hoy gobiernan su mundo. No es real, pero ustedes lo viven como si lo fuera. Con que sólo se aventurasen a ver más allá, con que se atreviesen, con que lo quisiesen de verdad, cambiarían de un plumazo lo que ahora les parece la jungla, por un lugar lleno de belleza y de bondad.  

Hagan lo que quieran, insisto. Da igual, porque la historia que todos ustedes están escribiendo, la mayoría dormidos todavía, tiene, hagan lo que hagan, un final feliz. Todo es Dios y vuelve a Dios. Por eso, quítense el miedo y elijan el papel que desean  representar en este sueño. Fíjense sino en Ana y en el amo, jugando a la santa y al canalla, a la princesa y al mendigo, a la responsable y al insensato, a la paloma y al halcón.

 Extremos, aparentemente irreconciliables…

¿Los son?

 Dios aguarda la próxima jugada de cada uno sin esperar ninguna en concreto. Deseando, eso sí, que lo que elijan les hagan sentirse felices.

Por mi parte,  también les transmito, a ellos y a todos, un deseo.

Un segundo no mandamiento para sus ojos…



        Ama. 
            El amor es el camino.
El amor es la única respuesta.
                El amor es todo lo que hay.


 (La vida según Lucas III. Diario póstumo. 2008. Fragmento.)
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