A Mis ojos, la dismorfobia corporal o no aceptación de la propia imagen, traducido en patologías como la anorexia y la bulimia, no es más que el síntoma individualizado de una enfermedad social ocular, de un trastorno colectivo en la forma de mirar.
Desde que el hombre es hombre, las distintas civilizaciones han cimentado el amor propio, la autoestima por decirlo en términos de la psicología y psiquiatría modernas, en el reconocimiento y en la aceptación de los demás. Como individuos se os ha enseñado a miraros siempre en espejos de fuera, como madrastras de Blancanieves en eterna e insatisfecha búsqueda de la más bella del reino; a valoraros a través de los ojos de otros, convenciéndoos de que valéis lo que os aman los demás.
Ese amor propio mal entendido, que pasa por el juicio y la opinión de los otros, es la piedra angular sobre la que se ha edificado una civilización humana del yo, del narcisismo y de la apariencia, una apariencia estandarizada que ha ido cambiado según las modas y gustos de cada época, dejando tras de sí una ristra de individuos infelices, emocionalmente enfermos al no poder ajustar su apariencia a los cánones imperantes.
¿Quién marca los estándares, los cánones de belleza? La repuesta sólo puede ser una y se ha mantenido inalterada a lo largo de la historia: los grupos de poder. La diosa belleza está en manos de aquellos que quieren venderos todo lo innecesario para adaptar lo que la naturaleza os ha dado a las exigencias estereotipadas de la estética social. Esos grupos de poder imponen su forma de mirar a la mayoría que se queda ciega y trata, desesperadamente, de poder verse, de poder amarse, a través de los ojos de los demás.
Es esta una forma de ver única, tiránica, manipuladora, insana. Una forma de ver que busca crear clones a los que venderles los productos que les robotiza y hace iguales. Una ceguera que hace que muchos de vosotros enferméis al no poder alcanzar el ideal marcado.
Para curar la dismorfobia, el mal de ojo que os hace ver patitos feos donde sólo hay cisnes, no basta con terapias convencionales. Es, además, necesario un cambio de conciencia individual y colectivo, una nueva de forma de mirar el mundo y de miraros a vosotros mismos. Es necesario desenmascarar a Narciso, dejar de lado el amor propio que depende de lo ajeno, y regresar a
Os propongo un cambio radical de conciencia, una revolución espiritual.
Os propongo un viaje extraordinario hacia la belleza interior, hacia la belleza de la diversidad.
Os propongo una nueva forma de mirar.
Dejad de estar ciegos.
Abrid los ojos del corazón y veréis que la belleza está en todo.
Y esa Verdad os sanará.
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