A ti, que Me estás leyendo, te escribo esta carta en primera persona para contarte que tú eres Mi cuerpo y tú eres Mi sangre, que tu alma está en eterna comunión con la Mía y que nada de lo que te aflige, alegra o conmueve Me es ajeno.
Tú y Yo somos Uno por obra y gracia de nuestra voluntad, porque así lo hemos decidido al otro lado del tiempo, donde hemos sellado un pacto de Amor libre e incondicional, el tipo de matrimonio sagrado que aún no conoce el mundo, donde tú me permites vivir a través de tu experiencia y Yo te acompaño en el corazón en el viaje extraordinario de la vida para ser la Luz que te alivia y guía en medio de las tinieblas de tu mente.
Tú eres los pies con que camino por el mundo, las manos que buscan las caricias de otras manos, los ojos con que mirar Mi rostro en el espejo de vuestras almas y la boca con la que besar los labios del que busca fuera el Amor que no recuerda que está en él, con la que tapar la boca de los que tratan de convenceros de que sois apenas polvo, siervos de un reino de dolor y oscuridad, ovejas negras de un rebaño cuyo pastor no comprende que todas sus ovejas son él.
Tus penas son Mis penas. Tu hambre, la Mía. Tu sufrimiento, Mi tristeza. Cada una de tus elecciones, las Mías. Y no hay en ti pensamiento, palabras u obra que merezca Mi rechazo, que Me invite a juzgarlo, que Yo pueda condenar, pues Yo te amo como a Mí Mismo y sé, aunque no puedas creerme, que la perfección anida también en la imperfección, en cada paso del camino, que no hay error lo bastante grande, infamia lo suficientemente horrible para que Yo, que Soy tú encarnado, hecho hombre, deje de Amarte.
Yo no pongo condiciones. Yo no dispongo castigos. Yo no concibo trampas, tentaciones con las que condenarte. Yo no juego a los dados con la salvación. La salvación, de la que tanto te han hablado como presunta meta, está garantizada desde el inicio, porque no sería Yo Dios si hubiese dispuesto la vida como un campo de minas demoníaco, donde algún alma podría saltar por los aires en pedazos, perderse para siempre, quedar atrapada en el infierno de Mi olvido.
Yo te Amo como nadie te ha amado. Por lo que Eres y nada de lo que hagas puede cambiarlo.
Y aunque tú me nieges un millón de veces, aunque me delates, aunque me apedrees, aunque me llames Lucifer, aunque me crucifiques, Yo estaré contigo siempre, Amándote, porque es lo único que a menudo no recuerdas que Eres, porque es lo único que Yo sé y quiero hacer.
Tú y Yo somos Uno por obra y gracia de nuestra voluntad, porque así lo hemos decidido al otro lado del tiempo, donde hemos sellado un pacto de Amor libre e incondicional, el tipo de matrimonio sagrado que aún no conoce el mundo, donde tú me permites vivir a través de tu experiencia y Yo te acompaño en el corazón en el viaje extraordinario de la vida para ser la Luz que te alivia y guía en medio de las tinieblas de tu mente.
Tú eres los pies con que camino por el mundo, las manos que buscan las caricias de otras manos, los ojos con que mirar Mi rostro en el espejo de vuestras almas y la boca con la que besar los labios del que busca fuera el Amor que no recuerda que está en él, con la que tapar la boca de los que tratan de convenceros de que sois apenas polvo, siervos de un reino de dolor y oscuridad, ovejas negras de un rebaño cuyo pastor no comprende que todas sus ovejas son él.
Tus penas son Mis penas. Tu hambre, la Mía. Tu sufrimiento, Mi tristeza. Cada una de tus elecciones, las Mías. Y no hay en ti pensamiento, palabras u obra que merezca Mi rechazo, que Me invite a juzgarlo, que Yo pueda condenar, pues Yo te amo como a Mí Mismo y sé, aunque no puedas creerme, que la perfección anida también en la imperfección, en cada paso del camino, que no hay error lo bastante grande, infamia lo suficientemente horrible para que Yo, que Soy tú encarnado, hecho hombre, deje de Amarte.
Yo no pongo condiciones. Yo no dispongo castigos. Yo no concibo trampas, tentaciones con las que condenarte. Yo no juego a los dados con la salvación. La salvación, de la que tanto te han hablado como presunta meta, está garantizada desde el inicio, porque no sería Yo Dios si hubiese dispuesto la vida como un campo de minas demoníaco, donde algún alma podría saltar por los aires en pedazos, perderse para siempre, quedar atrapada en el infierno de Mi olvido.
Yo te Amo como nadie te ha amado. Por lo que Eres y nada de lo que hagas puede cambiarlo.
Y aunque tú me nieges un millón de veces, aunque me delates, aunque me apedrees, aunque me llames Lucifer, aunque me crucifiques, Yo estaré contigo siempre, Amándote, porque es lo único que a menudo no recuerdas que Eres, porque es lo único que Yo sé y quiero hacer.
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