miércoles, 4 de marzo de 2009

El sexo de los ángeles


Es difícil comprender cómo una mente privilegiadamente inteligente como la vuestra encuentra razones peregrinas para ocultar lo que Yo he creado, para envilecer lo bello, para afear lo divino. Nada hay en vuestros cuerpos que haya merecido siglos de ideas descabelladas, de rechazo sistemático de lo genital, asociado a lo sucio, a lo grosero, a lo vergonzoso, al pecado. Os comportáis como si alguna parte de vosotros fuese obra del demonio, otra de vuestras invenciones, una más de vuestras fábulas, y os dedicáis a vivir en el dilema de tener asociado aquello que os da placer con lo que os proporciona más vergüenza.

¿Vergüenza de qué? ¿Acaso consideráis que he creado algo que merezca repulsión? ¿Cabe en vuestra racional consideración _aplicado a quienes no créeis en Mí_ que una función natural pueda ser merecedora de algún tipo de juicio ético o moral? ¿Acaso hay alguien al que le quepa en la cabeza que ha sido maquiavélicamente dotado de sexualidad con el fin de ser reprimida, de ser castrada? ¿Acaso hay alguien que pueda creer, honestamente, que Yo Soy un dios psicópata que ha creado la tentación bajo la apariencia del gozo para después castigaros eternamente por haber caído en ella?

¿Quiénes os habéis creído que Soy Yo? ¿Un demente con propensión hacia la tortura? ¿Un dios menor, sádico y vengativo, que os dota de cualidades para castigaros por utilizarlas? ¿De Verdad que nadie es capaz de cuestionar, de una vez para siempre, esa idea absurda del sexo como perdición en la que las religiones os han mantenido sumidos durante milenios?

Frente a los que os han manipulado en mi nombre, os digo una cosa, hijos míos:

Yo no creo sino Belleza.

No ha sexos opuestos, sólo complementarios.

No hay más sexo débil que el que oculta bajo complejos de inferioridad.

No hay expresiones de la sexualidad mejores o peores; ninguna hay prohibida. La única salvedad es aquélla en la que el sexo se impone, forzando la inviolable libertad de otros o engañando y forzando la inocencia de quienes, por edad, no están todavía en condiciones de vivirla precisamente como fue concebida: como expresión jubilosa _y totalmente consciente_ de su libertad.

La represión de lo natural, como presunto mandato divino, es un instrumento de poder en manos de quienes la propugnan.

El celibato no es el Camino; es sólo una elección más.

Si tratan de convenceros de que la ausencia de sexo lleva a la santidad, arguyendo, por ejemplo, que la mayoría de los grandes maestros espirituales fueron célibes, recordad que Todos Sois Cristo, que todos Sois cada uno de los seres más espiritualmente avanzados que han pisado alguna vez la Tierra, y que no dejáis de serlo por vivir con plenitud vuestra sexualidad, incluso más allá de los hijos.

La unión sexual, vivida con total conciencia y alegría, sin pensamientos ni juicios que la envilezcan, es el reflejo extraordinario de vuestra unión en y con Dios. Así vivido, no como forma de obtener algo de los demás sino como forma de entrega total, el éxtasis sexual es el sublime regreso de vuestras almas a la Fuente, la Sagrada Comunión Conmigo, la más alta expresión de Amor y la conciencia experimentada de que Todos Somos Uno.

Tenedlo en cuenta y, si soñáis con un mundo nuevo, no enseñéis a vuestros hijos pensamientos sucios sobre sus cuerpos. No ocultéis lo natural bajo juicios morales que nada tienen que ver con la Verdad. No les transmitáis vuestras sensaciones de culpabilidad sobre la sexualidad.

La sexualidad es sagrada.

El escándalo está en ocultar, no en revelar.

Olvidaos de vergüenzas adquiridas.

Dejaos de falsos pudores y propagad la buena nueva...

LOS ÁNGELES SÍ TIENEN SEXO.

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