miércoles, 4 de febrero de 2009

Tiempo de luz


El porqué de Mi revelación ante vosotros, precisamente en este tiempo, obedece al hecho incuestionable de que, a nivel individual y colectivo, habéis perdido el rumbo de lo que os trajo a este planeta. Vosotros, que, a Mi imagen, sois esencialmente alegría, habéis quedado atrapados en la ilusión de que el dolor y la tristeza son consustanciales a la vida, cuando en verdad no son sino espejismos de vuestra mente. Donde Yo puse luz vosotros veis mayormente sombras. Y eso es así dado que, durante milenios de civilización humana, se os ha enseñado que la existencia es lucha, que la vida es una conquista _y no el regalo que Yo os he hecho_ y que la principal razón de ser de vuestro paso por la materia es la mera supervivencia. A cualquier precio. Incluso al precio de vuestra propia alma.

Grabada en vuestro inconsciente semejante pesadilla, habéis, por fuerza, vivido con miedo. Os han mutilado la mente. La forma que tenéis de educar a vuestros hijos, preperándolos para matar o morir, para ser, en vuestras erradas consideraciones, los mejores, los más aptos, ha creado sociedades basadas en el tener y, en consecuencia, en la desigualdad y la injusticia, el salvaje expolio de los recursos naturales, _al punto de colocaros al borde del autoexterminio..._ , la exclusión de los diferentes, el genocidios de los débiles, el castigo antes que el perdón, la misericordia nunca antes que la venganza.

Darwin no tenía razón. No sobreviven los más fuertes, los que luchando consiguen arrebatarles los alimentos y la vida a los más débiles, sino los que más comparten. El más apto es el que más da. El que más ama. El que hace que todos tengan más. Ésa es su mayor riqueza. El modelo darwiniano os lleva hacia el abismo, hijos míos. Y todo porque se basa en un principio equivocado, contrario a vuestra naturaleza, el de acumular antes que compartir. Según ese modelo evolutivo, los recursos son un bien escaso, sólo al alcance de aquéllos individuos que se han revelado como los mejores y más dotados, en lo físico y en lo mental, dejando en consecuencia morir de hambre a los demás. No es extraño, en consecuencia, que apenas un veinte por ciento de la población mundial tenga en su poder el ochenta por ciento de los recursos planetarios. Lo verdaderamente extraño es que las mayoría permanezcáis callados, dóciles, aborregados, ante semejante atraco a mano armada.

Y todo porque los que se han convertido en inmensamente ricos y poderosos haciéndose pasar por los más listos os han hecho creer que el modelo macroeconómico mundial, el liberalismo galopante, es el mejor de los posibles, aquél que garantiza igualdad de oportunidades para todos, de modo que cualquier puede hacerse millonario con independencia de sus orígenes personales. ¡Pamplinas! ¿Qué más da que eso pueda ser cierto en la más pura teoría, en algún caso concreto, aislado, si, a la postre, millones de personas pasan hambre y necesidad en vuestro mundo y muchos millones más _y entre ellos, innumerables niños_ mueren cada día? ¿Dónde está la igualdad prometida? ¿Dónde la equidad y la justicia? ¿Donde la generosidad y el Amor?

Que nadie interpreta aquí un pronunciamiento Mío acerca de la polémica discusión entre creacionismo y evolucionismo, porque, en Mí, ambas teorías no son excluyentes, sino perfectamente compatibles. El evolucionismo no es más que vuestra explicación de la Creación desde la perspectiva del cambio y del movimiento, de lo relativo. El creacionismo implica una evolución inteligente y no azarosa. Todo ha sido creado y Todo está cambiando. Nada cambia pero nada es lo mismo.

Os lo digo una vez más: Habéis construido vuestra civilización desde una única perspectiva, sobre los conceptos de lucha y de selección eufemísticamente llamada natural. A la lucha por la supervivencia, se le suma la lucha casi desde la cuna, en el campo de batalla de las escuelas, donde luchan los niños entre sí para ser los mejores en base al criterio de selección de los exámenes y las notas. Después viene la lucha, social, la lucha de clases o de castas, las de los ricos contras los pobres, íntimamente unida a la lucha laboral, donde criterios de selección de personal en las empresas, discriminan a los individuos más "aptos" y preparados para optar a cada puesto. Tampoco se escapa al concepto de lucha la política, aparentemente ideológica, pero intrínsecamente vinculada a la obtención del poder, que llegan a detentar sólo los individuos más "aptos" en el terreno de la demagogia. Y, finalmente, la lucha también cataliza las religiones, en eterna lucha contra el pecado y contra el mal, cuyos dirigentes se erigen en jueces que seleccionan, en Mi nombre _¡que ya hay que tener narices!_ a los buenos y "aptos" para el paraíso, mientras envían a las profundidades del Averno a los malos y débiles, a los condenados pecadores, a los demonios...

La lucha está tan presente en vuestras vidas, que cada uno de vosotros debe luchar contra sus inclinaciones, como el sexo y el placer, y en general contra todo lo que hay en el hombre de natural _ de divino, diría Yo_, porque, según pensáis muchos, sois malos por naturaleza.... esa blasfemia. El propio lenguaje que utilizáis os delata como darwinistas irredentos, pues lo loable es el "espíritu de lucha", el ser "un luchador", porque en la vida, ya se sabe, "hay que luchar" y carece de valor lo que se logra fácil y sin lucha...

Podría seguir hasta el infinito, pero sólo añadiré esto: Os han lavado el cerebro. No estáis aqui para luchar, sino para amar. Tampoco sois monos caídos accidentalmente de un árbol, como os han dicho. Sois Yo.

La verdadera evolución no pasa por la supervivencia y dominio de una especie sobre todas las demás, sino por la supervivencia armónica de todas ellas, hechas uno con el medio. Ése es vuestro Edén perdido, el paraíso al que estáis llamados a regresar. La evolución no es lineal; describe una espiral, es cíclica.

El camino de lucha que habéis elegido no es auténtico progreso _salvo en lo material y tecnológico, triste bagaje_ ni es verdadera evolución. La igualdad no puede ser un mero principio, una entelequia falaz en las bocas de vuestros economistas y políticos, tanto monta, sino una realidad palpable. Exigidles que digan, de una vez por todas, la verdad. La verdad os hará a todos libres.

El miedo _a no ser el más apto, a ser uno de los débiles_ y la mentira de que a la vida se viene a pasarlas canutas son los grilletes que han esclavizado este mundo.

El miedo es un espejismo. El otro no es el enemigo, es tu hermano, eres tú mismo. Si sabéis mirar más allá de las apariencias, en el fondo de cada corazón no encontraréis la maldad, sino el Amor.

Miradlo todo con ojos nuevos.
Hay recursos más que suficientes para todos.
Sois Amor.
Y el Amor es ilimitado.

La auténtica evolución es espiritual, la que anida en vuestras almas y aguarda emprender el vuelo, una evolución capaz de construir un mundo donde todos tengan al alcance los medios para vivir con dignidad y alegría, dando lo mejor de sí a los demás, donde nadie muera de hambre o de pena, donde no haya que matar ni que esclavizar, donde la máxima sea DAR, AMAR, COMPARTIR. En eso sois todos iguales: ricos sin saberlo. Sin querer daros cuenta.

Estáis en condiciones de crear ese mundo nuevo. Los viejos paradigmas en los que os habéis quedado anclados, luchando y matandoos entre vosotros por la supervivencia, ya no os sirven. Es llegado el tiempo cambiar. Es tiempo de luz. Tiempo del espíritu. Tiempo de amar.

Basta ya de luchas.
Basta de mentiras.

Cambiad las conciencias, la forma de pensar. Y recordad que el mundo cambia en la medida que cada uno, interiormente, cambiáis. Ése el rumbo perdido. Ése es el camino.

Yo estoy aquí, como siempre, con vosotros, dispuesto a iluminaros...

¿A qué estáis esperando?
...

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