viernes, 6 de febrero de 2009

En nombre de Eluana


Lo que quiero compartir con vosotros hoy no es ningún juicio. Tal posibilidad no cabe en Dios. Los juicios son cosas de los hombres, que se creen con derecho a declarar culpables a otros, olvidándose de que aquéllos a los que juzgan son ellos mismos, eligiendo una opción diferente. El bien y el mal son categorizaciones humanas, sujetas al cambio histórico, adscritas a la opinión de cada época. Dios es Amor y el Amor no juzga. Ama. Y sobre todo, ama la libertad por encima de todo. Dios no es juez, como muchos han tratado de enseñaros. Es compasión. Es misericordia. El pecado ha sido y es un instrumento de dominio en manos de quienes han usurpado Mi nombre, de quienes han secuestrado Mi voz, declaránsose portavoces exlusivos de Mis palabras.

En vuestro mundo, aquéllos a los que permitís pensar por vosotros han elevado la hipocresía a la categoría de verdad absoluta y han disfrazado a la doble moral con ropajes de ley divina. Un buen ejemplo de ello es la gran escandalera que, en estos días oscuros, se ha montado en torno al derecho a una muerte digna de Eluana, que tras casi dos décadas en coma, postrada en una cama de hospital, testigo mudo de la ignorancia humana, va a poder, por fin, dejar atrás su inservible cuerpo de oruga para convertirse en una magnífica mariposa.

Ha sido generosa decisión de su alma experimentar el coma como oportunidad excepcional, para todos vosotros, de reflexionar entorno al hecho tan natural, y al tiempo tan temido, de la muerte. Morir para ella _y para todos_ es vivir. Ése es el hermosísimo recuerdo que su alma ha venido a regalaros. La muerte no es más que tránsito, un paso más en el camino infinito de la vida, una metamorfosis bellísima hacia la luz, un simple cambio de forma hacia estados de mayor conciencia de vuestra condición de Dios. Eluana es la mensajera de tan buena nueva. No la víctima que muchos de vosotros veis en ella.

Los que se oponen a la muerte de su cuerpo creen que el hombre tiene poder para matar la vida y eso, hijos míos, es sencillamente una falacia. Podeis destrozar un cuerpo. Pero la vida no empieza ni acaba. Es luz. Es energía. Y la energía, como vuestros propios científicos aseguran, no desaparece nunca, sino que se transforma. Sois peregrinos de la vida. El alma es ave de paso en el mundo de la materia. Confundirla con ella es perderse la grandeza del viaje.

Eluana os lo ha dicho en silencio: No sois polvo que vuelve al polvo. Sois ella. Sois magia.


Eluana ha denunciado, sin necesidad de abrir la boca, una vez la gran hipocresía del mundo, que se rasga las vestiduras en cuanto oye hablar de eutanasia y se apresura a promulgar leyes que sojuzguen la inalienable libertad de las almas que deciden seguir viviendo bajo otra forma, pero se calla como muerto y mira para otro lado ante formas de morir asistidas _lentas, pero igual de eficaces_ como el alcohol, el tabaco, las drogas, las comidas adulteradas y toda suerte de venenos emitidos al aire por las fábricas y por la máquinas.

El mundo pone el grito en el cielo ante la posibilidad de dejar de alimentar el cascarón de Eluana, se erige en juez, y sin embargo calla, hasta límites vergonzosos, ante el genocidio de las hambrunas crónicas y de las guerras, esa otra forma de pena de muerte, esa otra forma de eutanasia.

Eluana ha desenmascarado al mundo sin necesidad de juzgarlo.

Su vida está plena de sentido.

Su muerte aparente es, para quien lo sepa ver, el mayor regalo.


1 comentario:

Mayara dijo...

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