martes, 25 de octubre de 2011

No sin mi apretón de pezones

Al otro lado del teléfono _donde renace del silencio, a mis oídos, por primera vez_, se empeña en convencerme, en vano, de que es una mujer de otoño, pero su voz de niña la desmiente, la hace fresca y la hace risa, la convierte en inocencia, la que nunca pudo arrancarle ningún pecado de los que se inventa el mundo para tratar de torcer lo bueno, de manchar lo blanco.

Será porque el mundo con ella jamás pudo. Ni siquiera cuando con apenas 15 años entró en una relación de correccional de menores, de cárcel cuando visitó el altar del matrimonio. Dos hijos, lo mejor del aquel encierro, y un montón de años de renuncia voluntaria a ser ella misma. “A toda una generación de mujeres nos educaron para un mundo que ya no existe”, señala, sin nostalgia, sin atisbo de rencor, desde el mirador de sus recuerdos, una educación que llevo a legiones de mujeres “al círculo cerrado del matrimonio, en el que, como ocurrió a mí, no tienes ocasión de conocer nada fuera de sus estrechos límites”. 

Su condena duró, exactamente, el tiempo que le llevo comprender que su carcelera era ella misma y que encerrar sus fantasías de infancia bajo el cinturón de castidad del matrimonio sólo conducía a una imagen en el espejo de lo “correcto”, pero a ninguna parte de sí misma. Fue hace una década, donde cobró conciencia de que, en el fondo, siempre había sido libre, libre de elegir su papel y el juego, esclava de nadie y reina de sus placeres ocultos, y, un año después de separarse, por diferencias irreconciliables como tantas otras parejas, decidió, en brazos de un amante nada convencional como ella, dar calabazas señora Corrección y soltar viejas amarras de la mano de una tal Libertad, su nuevo nombre y su compañera de aventuras desde entonces, la amiga íntima que, cuando la memoria le falla, le susurra al oído que haga lo que le salga del santísimo coño en lugar de lo que coño se espera de ella.

“Aquella relación formó parte de un camino, intensa y estupenda pero con un punto de fin, me dejó en un mundo convencional en el cual no encontraba compañeros de juegos que no se asustaran ante una mujer llena de propuestas que en general les hacían sentir incómodos, porque a los hombres los han educado así… El hombre debe proponer a la mujer porque ha de saber más que ella, y cuando encuentra una que funciona al revés, se descolocan y no saben dónde ponerse. No se permiten aprender, porque no entra dentro de los cánones y, por mucho que la gente hable de liberalidad, la estructura del pensamiento de la mayoría es aún demasiado rígida... Una mujer demasiado determinada sexualmente es sospechosa y nada de fiar, la desean en sus sueños, pero cuando la tienen, la consideran la chica divertida con la cual no tendrían nunca nada serio… Esa antigua historia de Fortunata y Jacinta sigue sorprendentemente vigente, la puta divertida en la calle y la santa y aburrida en casa, a quien no tienen ningún problema en traicionar… Unas manos blancas que eduquen a sus hijos generación tras generación en la moral aceptada que los contradice a ellos mismos y les conduce a la doble moral. Y dejo claro que en ese momento no se me ocurría pedir a alguien con quien no tenía suficiente complicidad ningún tipo de juego extremo ni de dominación’’.

“Yo tengo recuerdos de mi más tierna infancia”, añade en busca del origen perdido de su personalidad, “y me veo masturbándome desde muy niña, como aquella vez que vi, en el untador que traía de promoción el Tulipán para las meriendas, otras posibilidades más allá de su uso convencional”… Tanto fue así que su madre la sorprendió en la bañera explorando los goces infinitos de su sexo, buscando a Dios entre sus muslos, y se escandalizó, como no está en los escritos, de ver que sus maniobras “untadoras” le habían causado una herida vulvar, un pecado supermortal refrendado por el estigma de su propia sangre.

Así es ella. Curiosa, fantasiosa, ácrata, paradójica y dómina que renació de las cenizas de la masoquista que lleva dentro, largo tiempo después de su separación matrimonial, sin prisas y con pleno conocimiento de lo que hacía, dio sus primeros pasos en el BDSM de la mano de un amo que le regaló la sabiduría de que el dolor intenso puede ser camino del mayor placer, pero cuya voluntad no supo, ni quiso seguir de forma permanente. 

Quizás porque su naturaleza es dual. Goza del dolor, mas no de la experiencia de obedecer. De esta contradicción aparente, surgió Dómina Libertad, una de las grandes referencias del BDSM en Madrid. Un ama no convencional, no de escuela sino hecha intuitivamente a sí misma. Una Señora que no cree en las etiquetas, que a nadie definen, ni en la norma por la norma, porque ella es “lúdica y gansa”… Ni cree que nadie tenga la última palabra, el catecismo, sobre cómo debe ser el placer que emana del SM. Una mujer que sueña, al fin, con crear, a la vuelta del verano un gran local alternativo en Madrid, abierto, como PLANETA CANALLA, a todos los géneros y a todas la tendencias… 

Lo conseguirá siempre que logre el milagro de hacer comprender a la comunidad alternativa que los proyectos cuestan, en lo personal y en lo económico, pues no surgen de la nada. Siempre que logre vencer la “tacañería” y el absurda pretensión de gratuidad de todo lo que tenga que ver con placeres no convencionales. Siempre que logre espantar el fantasma del “ánimo de lucro”, el injustificable sanbenito que cuelga de cualquier proyecto que venga a dar espacios de juegos a los diferentes.

Y lo logrará, seguro, porque ella es Libertad, la niña del untador que se salvó del olvido y se ha convertido en “una adolescente madura” , en una mujer que ha sabido reconciliar a su Fortunata y a su Jacinta. La mujer indefinible, auténtica, que tanto da un azote como no puede sustraerse “a un fuerte apretón de pezones” como Dios manda.

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Por Angelcaído
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como siempre un placer, leeros. Gracias Dómina Libertad y gracias Emilio.
Un abrazo, Ama Annette.

Yomismo dijo...

Como siempre, un placer tener tus ojos cerca, Annette... Y atenta, que mañana te toca ;-)