martes, 12 de julio de 2011

Sísifo


D
esde que tiene un mínimo de conciencia de sí mismo, el amo ha tenido la sensación de fondo de que, por alguna misteriosa razón, que su mente no alcanzaba a comprender, todo lo que le ocurría obedecía, de un modo más o menos evidente, a su voluntad. Por mucho que sus ojos fuesen testigos de que otros, haciendo uso de su libre albedrío,  le situaban a él en el ojo del huracán de situaciones que no había deseado, el amo acaba siempre sintiendo que aquellas circunstancias, a menudo tan difíciles, las estaba convocando él. Que las estaba eligiendo.

Más sobrecogedor aún: ¡Que las estaba creando!...

         No podía explicar racionalmente semejante paradoja, la de verse como víctima de experiencias en las que, de algún modo, se sabía también verdugo. El amo ha tenido muchas veces la sensación de estar fuera de la escena, de ser el guionista y el director entre bastidores, y al mismo tiempo los actores, la historia, el apuntador y su cuñado de Móstoles, y, por si no fuese suficiente, los espectadores. A esa extraña percepción de sí mismo y de su entorno, como un todo disociado y al tiempo indiferenciado, contribuyó una experiencia constantemente repetida a lo largo de su vida, la de ver cumplidos, uno tras otros, los pensamientos y las proyecciones de futuro que su mente iba concibiendo acerca de sí mismo.

         Fue así como acabó encontrando un patrón repetido que explicaba el mecanismo profundo que movía el engranaje de su vida, y ese patrón no era otro que él mismo, teniendo hoy fuertes deseos de expresarse y de experimentar esto o aquello, visionando tales deseos en el cinemascope en blanco y negro de su mente, su propio oráculo de Delfos, y asistiendo, perplejo y divertido, una semana, un mes, varios años después, a la materialización en lo real de aquello que había deseado desde la más pura entelequia. Sus ideas repetidas cobraban formas. Pero sus temores inconfesos, también.

Y, entonces, el amo, viéndose en posesión de semejante poder, pensó que aquello era jauja y se creyó el más astuto de los hombres, el tipo más guay, capaz de conseguir aquello que se propusiese e incluso de burlar a la mismísima muerte.

         ¡Valiente Sísifo, el amo mío!... No comprendió que el suyo era un poder delegado, que era sin duda él pero más que él mismo, infinitamente más, y se endiosó a la usanza mundana,  escondiendo la varita mágica de lo que sabía y sacando conejos de cualquier chistera, en plan mago divino, dejando atónitos a propios y extraños y procurándose un éxito tan fugaz como mezquino.

  El amo se sabía creador, sí, un semidiós que te cagas en las bragas, pero, incapaz de dar forma coherente a sus poderes mágicos _recuerden que el muy tonto se había olvidado de amar, de que era Amor…_, apenas pasó de ser charlatán de feria, mago de tres al cuarto y hechicero de pacotilla, la prueba viviente de que en la corte de los dormidos, Polifemo, el del ojo único, es el rey advenedizo.

         En ese tiempo oscuro, llevaba el amo siempre encima una pócima a reventar de palabras huecas, un saco sin fondo de conjuros, un galimatías cerebral que alucinas, pues se creía, el muy imbécil, la reencarnación del mismísimo Verbo de tanto comprobar que, cada vez que expresaba en palabras lo que pensaba,  el Universo le decía “sí, bwana” y se ponía manos a la obra y materializaba delante de sus narices lo que su ensombrecida voluntad quería.  Claro que el amo, desnortado que se hacía pasar por lúcido, sembraba chorradas incoherentes y, con las mismas, recogía el caos más absoluto. Se presentaba como blanco y, a la mínima, acaba siendo negro.

  En la historia del amo, nada era lo que parecía, pues lo mismo el buen Gandalf se convertía, de repente, en un malvado Sauruman, como los lumínicos elfos se le volvían oscuros orcos.  Los únicos que no cambiaban eran los hombres, capitaneados por él, el encantador de serpientes…

                                 …su rey dormido.

         La ironía de todo el asunto es que el amo llevaba razón, pues, en efecto, los deseos de cada uno, concebidos en pensamientos y expresados repetidas veces en palabras acaban por materializarse. Es la energía pura y sutil de la que están hechos todos ustedes la que, pasada por el tamiz de su mente, cambia de frecuencia, se aquieta y cobra forma y textura en aquello que ustedes llaman realidad.  Ustedes generan ideas con tendencia a ser materia. Ustedes _es verdad y almo lo intuía vagamente_ son hacedores, creadores de mundos, generadores de experiencias.

Ustedes no son un producto de las circunstancias.

Ustedes son la única circunstancia.  

¿Sobrecoge un poco, verdad?

         Por esa misma razón no hay nada que les ocurra que sea consecuencia del azar. Todo es obra de su voluntad, consciente o inconsciente, esa la única diferencia. Quienes se dan cuenta de ello moldean la realidad a voluntad y, paradójicamente, quienes no, también, sólo que sin saberlo. Todo es producto de su libertad, de sus decisiones, y todo, como es lo suyo, es su responsabilidad.

Piénsenlo bien. Las casualidades no existen. El hecho más inesperado, el accidente más improbable no son fruto de ninguna mala suerte, del azar ciego. Puede que su mente no logre comprender el sentido, pero deben saber algo muy importante:

Hay razones del alma que la mente no comprende. 
Su alma busca siempre experiencias y crea circunstancias que les permitan ser lo que es, expresarse como Lo que Es, como Amor. Lo que ocurre es que la mente, en base a ideas preconcebidas, generalmente de otros como tanto les he insistido, tiende a juzgar, a categorizarlas como buenas o malas.

Esa dicotomía les rompe, les nubla, les hace no ver.

Cuando una vivencia pretendida por el alma es condenada por la mente, al juzgarla perniciosa _ponga por caso el de una muerte inesperada y violenta_, se produce en ustedes un dolor y un sufrimiento innecesarios, evitable en la medida en que ustedes despiertan y comprenden _recuerdan_ que el hecho de la muerte no es más que vida que viene después de la vida. Los pensamientos errados les encadenan. La verdad oculta les hace libres.

Y, les guste o no, son ustedes los que elijen.

Siempre. Sin excepciones.

La alegría es su condición natural.

La tristeza, una decisión. 

Ustedes son Amor absoluto que, al encarnarse en lo relativo, adquiere todas las perspectivas y los coloca en disposición de elegir qué quieren experimentar en función de lo que sienten y piensan. La vida es la más extraordinaria oportunidad de experimentar Quiénes Son.

O quienes no son.

Ahora bien, si su alma y su mente están en armonía, si ustedes recuerdan Quiénes Son, entonces la elección será siempre la más hermosa y elevada, la mayor expresión de Amor.

Por el contrario, si han hecho suyos pensamientos y creencias ajenos, si les han enseñado el miedo, experimentarán exactamente aquello que está implícito en su forma atemorizada de mirar… lo que ustedes llaman pesadillas, mala suerte el “qué he hecho yo para merecer esto?”, el famoso “Dios mío, Dios mío… ¿Por qué me has abandonado?”.

Si crean desde el Amor, sus creaciones son fiel reflejo de lo que son, pura luz, experiencias vitales absolutamente gozosas, las propias de un maestro, con el añadido de que el tiempo desaparece y son ustedes capaces no ya de conocer el futuro, sino de crearlo a voluntad, por lo que nunca más volverán a estar a merced de las circunstancias.

Si actúan desde el temor, se alejan de Quienes Son y empiezan a jugar a la ruleta rusa con el dolor… Están llamando a sus vidas experiencias en las que ustedes se sueñan como víctimas, como corderos en fauces de lobos que no existen más que en sus miedos. Parece real, muy real, pero sólo es una pesadilla, una vivencia que ustedes crean para poder experimentarse a sí mismo como seres que vencen las dificultades o como aquellos que mueren aplastados por ellas.

Es su elección.

Ustedes son libertad infinita y pura.

Pueden  hacer todo menos no elegir.

Ustedes han ideado el sufrimiento, la oscuridad, como camino inverso de sí mismos, de modo que al despertar y darse cuenta de que van en dirección contraria a lo que son, pueden experimentarse como luz en mitad de las sombras, como alegría que renace de la tristeza, como verdad que florece en un campo de mentiras. Cuando actúan desde el miedo, pierden la perspectiva del auténtico creador _el creado siempre sabe que lo es, es consciente de ello_ y se convierten transitoriamente en seres reactivos frente a lo que les sucede, en un producto de las circunstancias. Entonces experimentan la ficción de no ser libres y de estar sometidos a fuerzas poderosas y malévolas  que los putean de mala manera.

No hay tal. Son ustedes mismos, al estilo mi amo, haciendo el ganso a punta pala, reviviendo una y otra vez las consecuencias de una vida que les tiene cogidos por los cataplines, en el fondo porque, desde que nacen, les han enseñado que la vida es dura durísima y que han venido a ella a sufrir.

No hagan ni puñetero caso. Les han estado tomando el pelo.

Cambien radicalmente de forma de pensar.

Cada pensamiento que les causa dolor es falso.

Cada emoción que les empequeñece es falsa.

Cada acto que no les engrandece es falso.

Ustedes no son dolor, ni tampoco miedo.

Ustedes son luz.

Ustedes son la coña marinera. Una merienda de ángeles que siempre acaba bien. Piensen lo que piensen. Sueñen lo que sueñen.

Yo les invito a ser de una vez conscientes de que no les he abandonado y que se hará su voluntad y no la mía.

Siempre.

Eternamente.

Claro que yo ya no percibo diferencia alguna entres lo que ustedes quieren y lo que yo deseo. Será porque yo he muerto a la oscuridad y ustedes prefieren aún estar dormidos.

Es su elección.

La mía, serviles en bandeja mi noveno no mandamiento.

Para que desayunen con él en la mañana más hermosa de sus vidas.

Buen provecho.



          Crea.
              El pensamiento es creador.
                    Todo lo que dices Es.

(La vida según Lucas III. Diario póstumo. 2008)

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