Pesó más de cuatro kilos de amor y midió más de medio metro de libertad. Francesco vino hace tres días al mundo, cargado con un hatillo de sueños y con una promesa de luz en la boca. Uno de los muchos adultos que ayer lo rodeaban se dio cuenta, hasta cierto punto, de la presencia de esa promesa, que pasa casi siempre desapercibida...
La sonrisa, todavía inconsciente, todavía incontaminada, que luce en los labios y que le viene de serie.
Dicho de otro modo, al nacer somos portadores de alegría pura, herencia que después corrompemos con la educación en el dolor, en la lucha y en la tristeza. Ése es el reto elegido por cada uno antes de nacer y ése es el misterio de la vida. La vida no es aprendizaje, sino toda ella recuerdo de Lo que Somos al nacer.
Feliz viaje, Francesco.
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