martes, 8 de marzo de 2011

Fiebre del sábado noche


Se acuerdan de vosotras una vez al año, en el día internacional de las estupideces, para batir palmas con las aletas de la almeja, con el forro de los timbales,  por haber sobrevivido a las muchas putadas de milenios de historia machista, por lo mucho que habéis sufrido hasta llegar a pareceros a los hombres...

¿Pues qué queréis que os diga?... Que me parece una pobre y lastimosa victoria el haber logrado lo que los machitos llevan haciendo desde que les sale de la punta del nabo: ir de caza _ayer a la sabana; hoy, al andamio o a la oficina_ para dársela después de gallitos, llevarse unas palmaditas de reconocimiento social en la espalda  y aspirar, como justo premio a la hazaña de la supervivencia, a la castración programada:  a un triste polvo de sábado noche. Siempre que la fiebre del agotamiento y  el dolor de cabeza no lo impida, por supuesto.

Se ríen de vosotras si os felicitan por haber sacado a pasear al hombre que lleváis dentro. Vosotras valéis más que todo eso. No puedo felicitaros por haber conseguido un master en testosterona y ser tan competitivas o más que ellos, por haber llegado a puestos de responsabilidad y mando como ellos, por tenerlos tan gordos o más, llegado el caso, que los señores de corbata y traje, sobre los hombros de cuyas carteras se sujeta el mundo. Eso no es liberación de la mujer, sino su triste masculinización, que no es lo mismo, otra forma de castración mental y vaginal, porque después de la mujer guerrera sólo queda un paisaje de sábanas muertas o un espejismo de sábado noche. No queda nada.

Reproducir el modelo y las presuntas conquistas del hombre es el mismo camino  cojonudo de siempre, regido por el hemisferio izquierdo del cerebro, que valora las aptitudes pero no la actitud, eficiente en lo numérico (sobre todo a la hora de que la mayor parte del pastel se quede siempre en manos de los mismos...), pero un desastre en lo emocional.

Un modelo masculino, incapaz de ver más allá de la parte y de comprender que los problemas que afectan al mundo exigen, no el bienestar de unos poco  frente a la miseria de la mayoría,  sino una solución solidaria y de conjunto.  Femenina, al fin.

Insisto. Vosotras valéis más. Pero vuestro valor no pasa por igualar al hombre, sino en sacar a la mujer que lleváis dentro. No la social, hecha a imagen y semejanza del hombre, el timo de la estampita, sino la auténtica.

No la mujer que caza y de pelo en pecho, sino la sabia que da y reparte vida.

El día en que lo logréis, sí... Ese día os felicitaré como mujer.

Y os envidiaré como hombre.

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