domingo, 23 de enero de 2011

Magdalena




Por ti, Ana, abundando en las "recurrencias":
Mi forma ancestral y singular de sentirte, de sentir
lo Femenino, en eterno presente, eterna paradoja
entre la meretriz y la santa.


T
odos les dirán que es por dinero, pero yo les diré que Magdalena es capaz de darlo todo por amor: su cuerpo, su mente, su alma… Y sin embargo, todos la llaman puta. La desprecian por lo que Es. La lapidan. La asesinan en nombre de la justicia de los hombres, que algunos blasfemos llaman de Dios.  Magdalena alquila su cuerpo por dinero en barras de mala muerte, en chalés de peor vida, y ahora también lo hace en cualquier esquina de Internet. Maldita es entre todas las mujeres y maldito es el fruto de su vientre, que no se llama Jesús, porque no tiene nombre ni apellido, el hijo de puta que le crece dentro, cuando Magdalena se ha jugado la vida al póker con el SIDA cuando algún cliente ha decidido tirar la casa y su vida  por la ventana para hacérselo con ella a pelo y sin condón, ese suicidio.

         Magdalena es un poco como el amo mío, todo ella paradoja y contradicción. La come como nadie pero pasa hambre. Se lo hace a todos,  pero nadie la quiere. Está siempre dispuesta, pero ninguno la valora. Se harta de dar, pero no recibe nada. Magdalena, en el fondo, es una rara, una inadaptada, un ser de otro mundo que no encuentre en éste su lugar. Busca, según todos, el dinero fácil, el camino de rosas y por eso vende sus besos al mejor postor para que la llamen puta solo a ella, pues los demás, que también venden sus cuerpos y sus mentes _cuando no directamente sus almas_ en otro tipo de trabajos, al parecer más dignos, reciben el nombre de respetables. 

         Magdalena es la prohibida, la apócrifa, la olvidada, jamás la santa, que la santa es virgen por obra del espíritu santo y mujer de un solo hombre, un santo varón que es lo suyo, que lo generoso es darle todo siempre al mismo, aunque sea a desgana, aunque sea con asco, qué más da, porque es el amor, según dicen, abnegación y sacrificio, nunca cosa de darse el gusto como hacen las putas, ¡la puta que las parió!...  Para Magdalena no habrá jamás un altar, a lo sumo una montaña de piedras para tirárselas encima, porque el camino que ella ha escogido no place a Dios, ni a los  hombres, ni a nadie, ni a ella misma. Magdalena nunca podrá ser una virgen como Dios manda, porque la pureza se encuentra en el hímen y no en el clítoris y, por supuesto, jamás en el corazón, ¡vaya por Dios!...

A magdalena no la ama ni Cristo… bueno, Cristo, sí porque es un bendito y es el hijo de Dios, que los demás _los que no la aman, digo_ deben ser hijos del demonio o vaya usted a saber de quién, que si no, no se entiende, pues debe de haber en las afueras de Dios alguien que no es Dios y que va teniendo hijos por ahí, como si tal cosa, tal y como hace el amo mío, que ya lleva cinco de una sentada. Se ve que Dios ocupa un cierto espacio en el paraíso y cuando se acaba Dios empieza otra cosa muy distinta, una mona inteligente y un mono del montón, que se nos han juntado un buen día de chiripa y han empezado a parir hombres a tutiplén. Así, por casualidad y por azar, que el azar es el dios de los científicos, que no se puede demostrar, ni meter siquiera en una puñetera probeta para analizarlo, pero que interviene _y de qué modo, el tío_ en todo los procesos del universo y de la vida, otra casualidad, de modo que lo mismo es causa clave en la formación de un agujero negro que del paso de la materia inerte a la vida, San Milagro Azar.

(La vida según Lucas III. Fragmento. 2008.) 


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