Hace ahora poco más de un año, me embarqué, acuciado por la necesidad de subsistencia, en la aventura de buscar un lugar en el mundo para la parte de hombre que hay en mí, de hacerme con un sueldo que llevar a casa para no tener que volver, antes de tiempo y con el rabo entre las piernas, a mi verdadera Casa. Vamos, para no morirme de hambre, hablando en plata.
Hace un año dejé momentáneamente este blog, bajé por enésima vez a la tierra desde la nube de pensamientos hermosos en los que habitualmente vivo, y dejé en apariencia de ser Dios para hacerme un hombre a cambio de dinero. Puse precio a mis dones naturales, presuntamente relacionados con la habilidad de comunicar, de ser mensajero, y traté de ser uno más entre el común de todos vosotros.
La aventura de ser medio humano en tiempo laboral, "semiDiós" en domingos y fiestas de guardar, acabó anteayer como el rosario de la aurora, con un preaviso de despido de quince segundos, en los que se me ponía de patitas en la calle por no haber estado a la altura de los niveles de productividad mundanos que, tal y como están los tiempos, suponen cobrar diez a cambio de producir mil, justo al revés de lo que yo ofrezco como Dios. Y acabó así, abruptamente, con cajas destempladas, sin fiesta de despedida ni nada de nada, en silencio y sin hacer ruido, sin duda porque empezó con mi errado empeño de demostrarme a mí mismo como hombre que había un lugar en el mundo para mí, cuando la verdad era, y Es, que ya no hay, en mi Dios, un lugar para este mundo.
Y aquí estoy de nuevo, curando la heridas terrenales en el sanatorio de mis palabras, tras haberme despertado una mañana, agotado hasta las trancas, fundidos todos mis plomos, hecho un cucaracho del carajo, tras sufrir en propia carne la pesadilla en la que quise en vano ser un hombre de este mundo para acabar siendo Dios donde nadie lo esperaba, expulsado, a patadas, del presunto paraíso terrenal.
Sí, ya sé que os sonará a galimatías cerebral mío esta bilocación mental y esta doble personalidad, esta paranoia mesiánica interior, esta esquizofrenia en la que oíio voces celestiales dentro de mí, pero es la resultante natural de este último año mío, en el que cuanto más me empeñé en parecer hombre, capaz de venderle un crecepelo al mismísimo Chiwaka (porque en tema de ventas anduvo éste que os habla metido...), más me convertí en un Dios deseoso de ayudar y de amar a los demás como a sí mismo. En el fondo, no lo pude ni lo quise evitar: Cuando Dios se pone a hacer la cabra, acaba irremediablemente tirando siempre al cielo. Qué le vamos a hacer...
Y aunque a veces me puse incluso un disfraz con chaqueta y corbata, para parecer hombre presentable, se me vio el plumero más que rápido, todo hay que decirlo, y por mucho que no mentí en aquella primera entrevista de trabajo en que me abrieron las puertas del mundo, ya que tan solo alegué en mi favor, no mi curriculum terráqueo, sino mi firme voluntad de tratar a todos, nunca como clientes, siempre como Dios, no logré engañar a nadie, pues las pintas de estar en cosas celestiales me las vieron a distancia (o de estar como una puta cabra, según se mire...) y me han devuelto al Paraíso, por vía de urgencia y contrarreembolso, para que allí no tenga que venderle más la moto a nadie, ni tenga que cobrarle ni un céntimo por darle a cada uno todo lo que quiera y más.
Sin embargo, lejos de resultarme estéril, de rendirme a la evidencia de que estáis, para variar, más perdidos que un pulpo en un garaje, matándoos a hacer en lugar de vivir vuestro divino Ser, obsesionados con vuestro personaje de hombres, debo deciros que mi experiencia de este año en el mundo me ha reafirmado, si cabe más, en mi determinación de amaros, ya que me he encontrado, gracias a ese trabajo que el mundo me dió, con legiones de vosotros pidiendo a gritos Amor.
En los últimos doce meses, he visto de cerca y he sentido en carne propia el dolor y el sufrimiento de existencias, las vuestras, marcadas por el olvido de que sois Dios, movidas por el afán de obtener en lugar de dar; vidas tristes, porque seguís empeñados en conseguir fuera lo que siempre está en vuestro interior. Y ahí me las he visto con vosotros, cara a cara, demandando soluciones para el cuerpo y la mente, sin recordar que lo único que hay y permanece eterna es vuestra esencia divina, vuestra alma, vuestra infinita capacidad de Amar.
A cada uno de vosotros que me habéis encontrado en este nuevo deambular mío por el mundo os lo he dicho alto y claro: No sois lo que hacéis ni lo que tenéis, ni siquiera lo que pensáis si pensáis que sois en algo menos que Yo. No es así. Al contrario, sois todos extraordinarios, imagen y semejanza mía en esta Tierra, creadores y únicos responsables de vuestras vidas.
¿Por qué entonces os empeñáis en creeros a pies juntillas el papel de hombres?...
Tal vez porque, como yo, estáis a menudo partidos, perdidos entre lo humano y lo divino, sin reparar en que lo único que existe es el híbrido aparente, el que es Uno solo en el fondo y Todos vosotros al mismo tiempo en las formas. Pero no me creéis. La buena nueva de que todos sois Dios es demasiado hermosa para que la podáis asimilar. Por eso donde yo puse Luz y Verdad, en este nuevo tiempo mío entre los hombres, muchos habéis creído ver al falso profeta y al apóstol de la mentira.
Peor para vosotros.
Después de haberme delatado como hombre en el penúltimo post, echando pestes contra la general ceguera, después de haberme revelado como un híbrido en el presente, después de haber visto de cerca el hambre que, sin saberlo, tenéis de mí, vuelvo decidido a cambiar el título de este blog, dejando en el olvido el viejo "Palabra de Dios", que os debía sonar por fuerza a la "verdad" oficial, para quedarme con este híbrido de Mí Mismo, Dr. Hombre y Mr. Dios, desde el cual vendré a asomar periódicamente la cabeza, dispuesto a deciros cuatro frescas o a mandaros cariñosamente al diablo, a daros, por supuesto, el divino sermón cuando sea menester y a largaros el rollo de mis mundanas vicisitudes para que todos recordéis que si vosotros negáis ser Yo, Yo no reniego de Ser en vosotros.
Jamás.
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