miércoles, 11 de febrero de 2009

Reos del miedo


Vivís _es un decir_ atrapados en el cuarto de los espejos de vuestro yo, hecho a la imagen de lo que otros os han dicho y tratando a toda costa de proyectar imágenes, correctas en base al criterio social, cambiante según la época, imágenes que nada tienen que ver, en el fondo, con vosotros mismos. Vivís atrincherados en casas, parapetados tras un montón de bienes, cachivaches condenados a ser polvo, que os tienen literalmente poseídos.

La mayor parte vivís encerrados en ataúdes que hacéis pasar por ciudades, apilados los unos sobre los otros, asfixiados, eternamente corriendo, tan cerca y sin embargo tan lejos, reos de las prisas, enfermos de angustia, autómatas que repiten cada día una secuencia predecible de actos mecánicos, fríos, tristes. Vivís en campos de concentración que consideráis países, que han cambiado las metralletas por banderas, las alambradas por fronteras, líneas imaginarias que separan en la Tierra lo que Dios sueña con ver unido.


Vivís aislados y esclavos de vuestro "yo", construcción mental y artificio social que os aleja de la verdad de vuestra alma, de Mí, del Yo entendido como Todos. Vivís restringidos a un país, amordazados por una bandera, atados por la diferencia, incapaces de ver más allá, de comprender que no hay más que Uno de vosotros, de Nosotros, bajo el sol.

En efecto, Yo, a través vuestro, Soy Uno y Soy Múltiple. Todos iguales en el fondo, todos distintos en la forma. Cada uno de vosotros sois Yo manifestado de una manera única e irrepetible, extraordinaria. Sois Yo revelado. Sois Yo experimentado, experimentándoMe.
No comprender esto os arroja en brazos del miedo. El miedo os hace ver las cosas como no son. Hace que parezca real lo que no lo es. Os hace percibir la diferencia aparente y la distancia que no existe. Cierra vuestros ojos a los que Nos es común. Niega lo que somos. Os niega. Me niega. El miedo no es más que la resultante de un olvido, del olvido de vuestra condición divina, hijos míos, de vuestra condición de luz.

Ésa ignorancia respecto a vosotros mismo es el infierno en la Tierra, el único infierno que existe, el que no comprende que entre vosotros no hay vacío posible, sino infinita prolongación de lo mismo.
Es la paradoja divina, unidad y multiplicidad coexistiendo: en vuestro mundo, como en otros, hay muchas almas en una sola Alma. El miedo es la antítesis necesaria del Amor. Su antípoda y su contrapunto. El lugar al que viajáis voluntariamente _literalmente una bajada a los infiernos_ para poder experimentar vuestra condición de luz haciéndoos, transitoriamente, vasallos de las sombras.

Y el miedo os empuja a querer detener, en vano, el movimiento de la Creación, a tratar de tenerlo todo bajo control, a encerraros en imágenes, a emparedaros en casas y en intereses mezquinos, a atrincheraros en países.

Por eso habéis convertido a los gobiernos en garantes de vuestra seguridad ficticia, en antídotos contra el miedo. Todo ha sido en vano, ya lo veis. Habéis cambiado libertad por falsa seguridad, la hermandad de alma por familias de sangre, Amor verdadero por matrimonios de conveniencia, contratos para el intercambio y no elección libre de dar.

Habéis buscado garantías para todo, pero no las hay. No como vosotros las entendéis. No hay contrato humano que pueda obligar a ninguna alma a no ser libre. Al contrario, dejar las almas libres es abandonarse a la certeza de que no son necesarios los pactos, las divisiones, las fronteras, ya que el Amor no admite restricciones. Los contratos, el poder, las promesas son medidas de control que emanan del miedo. Parten de la creencia de que el otro es peor, es malo, es diferente, y puede por ello engañaros, incumplir, romper los pactos, haceros daños. El miedo hace que os olvidéis de que el otro es igual. De que Es Dios.

Y
Dios no puede engañarse a Sí Mismo.

No tengáis miedo.

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