Vuelvo a casa para encontrarla vacía de mí. A lugares donde un día tuve fe en que mis palabras podrían tal vez, sólo tal vez, convencerme a mí mismo de que los sueños son posibles. Vuelvo a casa para experimentar ausencia y distancia, para escuchar apenas un eco de lo fui, un mala jugada de mi memoria ya añeja, un destello de oscuridad.
Me miro en el espejo de este blog, que algún día llamé mío, como un vampiro. Y trato de encontrar rastros de lo que sentí; las huellas de mis dedos aferradas a la esperanza, y derretida en mis manos la mantequilla que quise regalarte en París.
¿De quién es este blog?...
Imagino que vuestro, que en ausencia de mi voz quebrada por el frío, seguís dejandoos caer de tarde en tarde por aquí. No sé qué buscáis aquí. Ni que encontráis. No sé si perdéis el tiempo o sacáis algo en limpio...
Sólo sé que, en este tiempo, he muerto mil veces y aún mil más.
Y que no me llamo Lázaro.